El mismo día que me propongo empezar a leer la última novela de Chris Stewart ("Tres maneras de volcar un barco", Salamandra, 2010), aparece en la Contra de La Vanguardia una entrevista que Lluís Amiguet hizo a Tom Byers, formador de emprendedores de la Universidad de Stanford y colaborador de Iese.Chris Stewart es un hombre polifacético conocido por ser el primer batería del grupo Génesis, por haberse comprado un cortijo en Las Alpujarras hace dos décadas y, como escritor, por haber publicado Entre limones.En Tres maneras de volcar un barco, el autor explica un episodio de su vida que empieza cuando acepta un trabajo de patrón de barco sin haber navegado nunca, cómo aprende a manejar el timón y las velas para dirigir el lagostinero de un matrimonio inglés que pasan las vacaciones en las islas griegas y, finalmente, se embarca en la dura travesía desde las costas inglesas hasta Terranova, pasando por Noruega e Islandia.
Del libro me interesa, sobre todo, el espíritu de "dejar fluir" que emana:
"El único consuelo -siempre hay algo que te sirve de consuelo- era una pastelería que había en el pueblo, a media hora de camino. Me sentaba allí al final de la jornada y, con el placer que me proporcionaba la lectura de Zorba el griego, de Nikos Kazantzakis, aliviaba la tristeza de mi situación con un café y un trozo de riquísima tarta de chocolate, o en ocasiones un helado de mango. Que las válvulas de escape de la condición humana tengan un funcionamiento tan sencillo constituye una de las grandes vida."
Naturalmente, dejar fluir significa, también aceptar que uno puede equivocarse. Por este motivo me llamó la atención la lectura de la entrevista a Tom Byers (aquí), en cuyo titular invoca al error: ¡Equivocaos, por favor: sólo así podréis acertar algún día!.
Cuando la cultura de la empresa es la de evitar sistemáticamente el error -y el error es omnipresente, recuerden-, esto lleva a conductas, no sólo de ocultación y de disfraz, sino también de persistencia en el error "para tratar de subsanarlo", lo que resulta en un error todavía mayor (y, además, sin el necesario ejercicio de reflexión que conduce al aprendizaje del error y, por tanto, a la superación, al avance).
El líder, como cualquiera, se equivoca. Lo que diferencia a un tipo de líder del otroes la manera cómo se acepta el error y cómo se utiliza en beneficio propio y del grupo.