«A mí no me gustan las campañas oficiales de fomento de la lectura. Espantan al lector de verdad. Porque la lectura es de todo menos “oficial”, “estatal”, “ministerial”. La lectura es una expresión de libertad, el que lee va a la contra, porque piensa por uno mismo. Leer no te hace mejor persona, necesariamente. Puede que te haga peor persona, puede que te inspire ideas malvadas, antisociales. Por eso la lectura es tan peligrosa para el poder. Pero, a nivel personal, la lectura aplaca, conforta, fortalece. Yo creo que más bien nos las deberíamos arreglar para seducir, no para fomentar».Cuando leí esta respuesta se me encendió la bombilla. En la red es bastante común decir que se tiene un blog para fomentar la lectura, un mensaje que queda muy bonito en el apartado de presentación de la bitácora y que invita a los visitantes a pensar «Oh, qué maravillosa labor hace esta persona». Algo parecido ocurre en las redes sociales, donde entre perfiles de lectores asiduos son frecuentes las imágenes con frases bonitas sobre cómo leer nos hace felices, sabios y mil cosas más. Alguna vez he picado y los he compartido, cierto; pero en general esta mentalidad —la promoción de la lectura como una afición que nos hace mejores personas— me provoca un poco de rechazo
No me entendáis mal: soy consciente de los beneficios de leer, me encantaría que se leyera más y para eso resulta necesario difundir esta actividad. No obstante, no conecto con ese tufillo adoctrinador y excesivamente benévolo que muchas veces desprenden las campañas de fomento de la lectura, tanto las oficiales como las improvisadas, como esos mensajes de las redes sociales. Como dice el editor en el fragmento que he citado, la lectura nos hace pensar por nosotros mismos, por eso me parece un poco contradictorio que a veces esta práctica se defienda casi como un mantra («Lee, que es bueno»). Creo que los que leemos lo hacemos ante todo para disfrutar, de modo que es esa sensación la que deberían transmitir los proyectos: promover la lectura como deleite, no como instrucción para la mente ni con el cansino propósito de hacernos mejores personas.
En esto último también influye qué tipo de público es el destinatario de las campañas de fomento. Los blogs de libros que creen estar haciendo una gran labor para la difusión de la lectura están muy equivocados, puesto que este tipo de propagación se debería hacer entre personas no lectoras. Quienes dedicamos nuestro a tiempo libre a navegar por blogs de libros somos lectores muy asiduos y resulta evidente que nos gusta encontrar mensajes sobre lo bueno y lo maravilloso que es leer; sin embargo, para convencer a quien no lee hay que utilizar otra táctica que deje de lado el adoctrinamiento y venda la lectura de una forma que resulte atractiva para los que piensan que leer es aburrido. No sé cómo debería ser esa campaña, no soy publicista, pero tengo claro que la moralina sobre las bondades de leer no resulta eficaz.
Además, me parece que encerrarse demasiado en ese círculo puede llegar a ser contraproducente. Una de las actitudes que más detesto de lo que yo llamo «ambiente literario» (intercambios de opiniones entre autores, profesionales del mundo del libro y blogueros en las redes sociales) es el menosprecio hacia el que no lee y la exaltación de la lectura como única actividad buena para el alma y el cerebro. Ya he hablado alguna que otra vez de lo mucho que me irritan las frases como «Mientras otros ven la televisión yo prefiero leer un buen libro»; no me gusta la lectura entendida como superioridad, nunca he presumido de leer, para mí es algo tan natural como comer. Me pongo en la piel de alguien no lector que lee ese tipo de comentarios desde la distancia y comprendo a la perfección que no sienta el menor interés por entrar a formar parte de una «élite» de gente que se cree mejor que los demás por leer (tal vez no lo creen, pero eso transmiten).
Para terminar: sí, leer es maravilloso, hay estudios que demuestran sus beneficios en el desarrollo del cerebro y todo eso. Pero ¿de veras leemos para hacernos mejores? También podríamos practicar más deporte, comer más sano, sentarnos de forma más correcta y otras mil cosas que se sabe que son buenas y sin embargo se llevan a cabo menos de lo que se debería. Yo pienso que si leemos es, ante todo, porque nos gusta, porque la ficción nos aporta sentimientos fascinantes y se convierte en un maravilloso refugio siempre que queremos huir de la realidad. Cuando se trata de transmitir el amor por la lectura, ¿no sería mejor hablar de estas sensaciones en lugar de recurrir al manido (y repelente) «Leer nos hace más sabios y mejores personas»?