Revista Cine

Fondo de catalogo // 2

Por Francescbon @francescbon
La suntuosidad de la sala de cine: suntuosidad con ligero olor a polvo, y a ambientador para ocultar la peste (algunos le llamarán aroma) de las palomitas, que preside, beneficios mandan, el vestíbulo de entrada. Por mucha luz cenital y pilotos en azul y normativa que impone señalizar luces de emergencia que indican las salidas en casi de incendio, la sala de cine es rancia de por sí. Un glamour rancio el de ese sitio, donde algunos empezamos a avistar otros mundos y otras culturas. También otras maneras de pensar y de vivir la vida: no nos dimos cuenta siempre a la primera de cambio. Pero muy posiblemente de eso se trataba, de usar la sutileza de vez en cuando. Hoy todo es más directo: lo quiero, lo tomo, lo veo. Zas, zas, zas. Los trailers inacabables y los anuncios y el tipo de delante que no parecía acabar de sentarse nunca.
Arriba y abajo de las colinas, arriba y abajo y al centro y pa' dentro de la botella. Pasan los años, viene el Opel Tigra y tiran de edición de vídeo.
Eurovegas? No sé. Van a poner una de esas fuentes completamente decadentes, con luces de colores y chorros que surgen de entre otros chorros, donde reunirse fascinados y conscientes de que el golpe ha dado resultado?. Pues venga, bienvenida Eurovegas. Bienvenidas las cuerdas que de ampulosas parecen sintéticas, bienvenidas las orquestas con nombres de tipo con camisa de chorreras.

Bostezo tras bostezo entre canales y relaciones tortuosas.

La llanura se extiende a los pies y tener un pulgar enorme es una gran ayuda a la hora de hacer auto-stop.  De ahí las sonrisas lesbianas que flanquean tu entrada en los bares.

Relaciones adúlteras, carreras en pasillos a altas horas de la madrugada. Smóking de color blanco, sombrillas para preservar palidez fuera de toda moda.

¿Quién dijo que se necesite una película para hacer música de cine?


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