Se llamaba Ernestine Jane Geraldine, aunque el mundo sólo la conoció por Jane, Jane Rusell. En teoría, sus tres bodas debieron ser con auténticos caballeros, pues aunque su película más famosa fue como morena en “Los Caballeros las prefieren rubias” (1953), luego rodó “Pero se casan con las morenas” (1955). Claro que en realidad puede que no fuera problema de color de pelo, sino de que la rubia fuera Marilyn Monroe, que no fue precisamente un modelo convencional de esposa. Si hubiera sido Doris Day, ya hubiéramos visto con quien se casaban los caballeros.
Pero las dos películas “peluqueras” no eran las primeras en la carrera de Jean Rusell. En realidad llevaba más de una década actuando, desde que la descubriera un tipo llamado Howard Hughes, de profesión millonario excéntrico, enamorado de los aviones, aficionado al cine y a Katherine Hepburn. Hugues la conoció cuando alternaba su profesión de secretaria con pequeños y aficionados papeles en grupos de teatro y sesiones como modelo de fotografía. En otras ocasiones de la historia del cine puede que nos preguntáramos que vió Hughes en aquella chica, pero no es el caso. Vio su físico, sus 1,70 de estatura y sus 97-61-90. Y viendo como se desarrolló después su relación profesional… puede que no viera nada más.
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Y es que la primera película de la Rusell, Forajidos, puede ser calificada como una película del Oeste o como el primer anuncio de Wonderbra, y también el más largo y costoso. Hughes concibió el filme a la mayor gloria de los atributos físicos de nuestra amiga Jane. Obsesivo como era, presionaba a los realizadores de la película con potenciar aún más los atractivos de la estrella. Y así fue como se sacó de la manga un artilugio aplicado al sujetador de la actriz que pronunciaba aún más su de por si ya atractivo escote. Lo dicho, el primer Wonderbra. Desde el trailer a los carteles, toda la promoción de la película se basaba en la presencia de Jane Russell.
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Pero claro, tanto impetu por mostrar se pegó de frente con el impetu de no dejar mostrar de la censura de la época, el Código Hays, que retrasó hasta cinco años el estreno de la película. Incluso asi, numerosos cines de algunas ciudades y pueblos pequeños rechazaron la película, lo que no la impidió ser un éxito en su estreno, haciendo de Jane Russell un ícono sexual de la época. Curiosamente, con los años, la actriz manifestó que jamás utilizo el sostén que Hughes le proporcionó, y que él no se dio cuenta. Conociendo la trayectoria del magnate, habituado a controlar hasta el más mínimo detalle de sus proyectos, tiendo a pensar que más fue un intento de Russell de quitar “hierro” al asunto.
Con aquel primer escalón, todo el resto de su carrera en el cine tuvo el claro objetivo de seguir aprovechando su físico. Bob Hope, uno de sus compañeros más habituales, tanto en los escenarios como en el cine, dijo la que quizás sea la frase más exacta para entenderlo: “Cultura es intentar describir a Jean Rusell sin utilizar las manos”. Sin embargo, al contrario que otras aptitudes, el físico se agota, y Jane terminó por ir espaciando cada vez más sus apariciones en el cine y dejándose caer primero en Broadway, luego en la publicidad de Playtex, y más tarde en el alcohol y las drogas.
Por lo visto, logró salir de aquello apoyándose en una fe católica heredada de su madre, y se convirtió en una feroz antiabortista y en una creadora de grupos de estudio bíblicos. Terminó así un viaje que la llevó desde ser un objetivo de la censura hasta convertirse, en cierto modo, en parte de ella. Aunque ahora, a los pocos días de su muerte, lo que nos queda a los demás de Jane Russell en el recuerdo es una zarzuela: “Una morena y una rubia….” ¿O era una película?
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