Habito la incierta región
que se oculta entre la hojarasca.Existe un rastro de elegancia rota
en el empeño de arrastrar conmigo
la deformidad de esta alma incapaz
y pedir desvergonzado limosna a los aldeanos.
Una proeza en el vértigo insolente
de plantarme impostor en mitad de la plaza
ser el primero en danzar alrededor de la hoguera
con pata de palo y ausencia alarmante de ritmo
y pasar después el sombrero al respetable.
Incluso me da por jugar a la ruleta rusa
con los ojos de alguna deidad local
por aquello del amor a la caída
por el precipicio de un escote infinito.
Pero desaparezco a tiempo
antes que las campanas den las doce
y la máscara se deshaga al pudrirse
revelando la monstruosa y aciaga verdad.
Procuro elegir siempre caminos oscuros
para evitar tener que detenerme
a intentar destruir con mi bastón doblado
el cruel reflejo que me ofrecen los charcos.