Revista Cultura y Ocio

Forgotten. Capítulo 5

Publicado el 21 agosto 2015 por Alicia Cardete Vilaplana @read_infinity
novela juvenil, novela online, distopía, historia de amor, novela romántica, novela ciencia ficción, leer, online, leer gratis, forgottenNave FX500. 09:41h.
Se tira sin pensarlo contra los tanques.
Por un segundo me quedo anonadado, pero entonces mi instinto me insta a seguirla. Me lanzo sin titubear. El agua me golpea el pecho como una potente patada, y no es una expresión. Está semicongelada. Casi no puedo respirar.
Me obligo a moverme. Veo el cabello de la rebelde a unos metros de mí. Está quieta, luchando por respirar. Parece que el estado del agua la ha dejado en shock. Me impulso con rapidez, aprovechando su confusión. La chica me oye y se sumerge sin dudarlo. Rozo su pierna, pero cuando me quiero dar cuenta me saca unos metros de distancia.
Llega al borde del tanque y sale de un salto. Apenas llego dos segundos después. Sus botas resbalan y cae de espaldas contra el suelo. Aprovecho para ponerme sobre ella y sujetarle las muñecas.  Me intenta dar una patada en las costillas, pero atrapo su pierna y se la doblo con fuerza. Chilla y me da un manotazo en la nariz. Empiezo a sangrar.
—Basta –espeto en su oído.
Le retuerzo el brazo. Gime de dolor, pero me obligo a mantener la misma presión. La sangre me chorrea por la boca. Algunas gotas caen sobre su uniforme, estropeando el tejido.
Tarda quince segundos en rendirse, entre lloriqueos y gemidos, pero finalmente agacha la cabeza y deja de forcejear. Por primera vez, compartimos una mirada. Me siento extraño: sus ojos son de un violáceo que nunca había visto; felinos, enigmáticos; únicos.
Sin duda, es la chica más guapa que he conocido en mi vida.
Se ruboriza, pero no puedo evitar saborear un segundo más ese contacto visual que compartimos.
—Me haces daño –masculla.
Es cierto; no me había percatado. Aflojo y me aparto de su cuerpo, sin dejar de estar alerta. Busco el reconoceptor en mi bolsillo para poder identificarla y bajo su manga derecha.
No puede ser: su pulsera es blanca.
—¿Eres una civil?
En Beta Dorada hay civiles, aunque son la minoría. Son los encargados de cuidar las granjas de alimentos, cocinar y limpiar, por lo que a veces también participan en misiones militares. Suelen moverse en los niveles más inferiores –a partir del 38- y casi todos vienen de mi colonia natal, Delta Blanca, la más humilde. Allí apenas hay comodidades y alimento; el único motor de la felicidad es la música.
—Maldita sea, ¿tú que crees, lunático? Me encargo de las neveras –espeta.
—¿De las neveras? –me tapono la nariz con el dorso de la mano para intentar cortar la hemorragia y me río: me está tomando por idiota- Y pretendías llegar a ellas por el conducto de los reactores, ¿verdad? Déjame adivinar: te gustan las emociones fuertes.
Veo que enfurece. Su rostro adquiere un color rosado que, por mucho que me joda, me encanta.
—Estás loco –murmulla.
Me lanza una mirada furibunda, pero me mantengo inescrutable. Es ágil y astuta, así que tengo que estar alerta. Estoy seguro que no es la primera vez que se cuela en una nave, de otra forma, no hubiese alcanzado la escotilla del reactor.
La analizo con detenimiento. Definitivamente, algo no encaja en ella. Lleva un uniforme impecable, de un negro impoluto; nada propio de su supuesto rango de blanca. Además, su cabello es de un castaño puro, lleno de reflejos brillantes. Apostaría mis 50 puntos de este mes a que es sedoso y suave.
—¿Me vas a dejar volver a mi puesto o vas a seguir delirando? El general Alexander me castigará si descubre que no estoy en las neveras –se pone de pie.
—Ya. Precisamente vamos a hablar con él.
Me insulta, pero hago oídos sordos. Levanta la barbilla y me mira. Es un gesto desafiante: otro punto que no encaja en su papel de sirvienta. Tal vez es una rebelde con una identificación falsa.
—Quedas detenid...
El resuello de una explosión hace que la nave tiemble. Nos zarandeamos con violencia. Logro agarrarme a una de las tuberías con rapidez, confuso. Ella en cambio, pierde el equilibrio. La alcanzo con el brazo justo antes de que se caiga de bruces contra el cargamento de tasers. La vibración de la explosión se mantiene durante casi cuarenta segundos y el pitido del sonido me hiere el cerebro.
—¿Qué… qué ha pasado?
—No lo sé –confieso.
La alarma empieza a aullar con un sonido estridente. En los paneles superiores de las puertas aparece un mensaje parpadeante:
BOMBARDEO INMINENTE:ACUDAN A SUS PUESTOS URGENTEMENTE
Maldita sea, ¿los rebeldes nos están atacando? No puede ser, nunca se han atrevido a hacerlo de forma directa.
Apenas hemos recuperado el aliento cuando una segunda explosión hace trepidar nuestro alrededor. Esta vez, nos caemos sin remedio hacia la derecha. Nos golpeamos contra la pared mientras la superficie adquiere un ángulo de cuarenta y cinco grados. Me he dado en la cabeza: todo me parece borroso.
—¡Cuidado!
La voz de ella es como un eco lejano. Ladeo la cabeza y me doy cuenta que una caja de asaltadores se ha soltado de su soporte de seguridad y viene directa hacia nosotros. Nos va a aplastar contra la jodida pared.
La agarro de la cintura. No tengo tiempo de pensar: ruedo con ella haciendo acopio de todas mis fuerzas. La nariz me sigue sangrando y apenas puedo respirar con normalidad. El sonido de la caja rompiéndose contra la pared me pone la carne de gallina. Ahora mismo, podríamos ser puré de asaltadores.
Una voz mecánica nos sobresalta:
REACTIVANDO EL ESCUDO: 2%
¿Cuándo han logrado desactivarlo? En los paneles superiores todavía sigue el mismo mensaje palpitando: BOMBARDEO INMINENTE.
Me intento poner en pie mientras los sistemas de defensa procuran recuperar la estabilidad de la nave. Nunca he estado tan mareado. Un zumbido suena en mi transmisor.
—Regrese a su  puesto inmediatamente –la voz de Alexander suena intercalada- o considérese…
La frase del general se corta de forma abrupta. Una nueva explosión apaga mi comunicador y todo vibra de nuevo. Los altavoces se silencian y el mensaje del panel cambia:
PELIGRO:PÓNGASEN LAS MÁSCARAS DE OXÍGENO
Acto seguido todo se oscurece, incluida la pantalla. La gravedad desaparece como un trago rápido de alcohol del bueno y comenzamos a flotar. Han tenido que usar una bomba electromagnética con la suficiente capacidad como para desactivar nuestro sistema eléctrico.
La chica se impulsa contra la pared. Si quiere huir, no se lo voy a impedir; estoy más preocupado en mantenerme con vida que en capturarla.
Aparto unas cuantas cajas flotantes. El agua se ha esparcido por la habitación y los pulmones me escuecen. No veo las máscaras. Debe haber tres, junto a la compuerta de entrada, pero soy incapaz de distinguirlas. De repente, me sorprende ver mis gotas de sangre volando ante mi cara.
La chica me coge de la bota. Está pálida y agitada, pero ha vuelto conmigo y lleva dos máscaras de oxígeno anudadas a la muñeca. Me cede una sin apartar su inquisitiva mirada violácea de mí. No necesito más que un segundo para percatarme de lo asustada que está.
SISTEMA ENERGÉTICO DE EMERGENCIA ACTIVADO.REACTIVANDO ESCUDO: 15%
Caemos de golpe contra el suelo, junto a todas las cosas y el agua. Por suerte, logro amortiguar el golpe, pero ella no. Su grito es ensordecedor. Se ha dislocado el hombro.
No lo pienso más. Tengo que llegar al puesto y tomar de nuevo los mandos. Michael es demasiado torpe y lento como para evitar el ataque de los rebeldes, y sin el escudo, estamos perdidos.
Cojo con cuidado a la chica y echo a correr, procurando no causarle mayor daño. Ya no creo que sea una rebelde: está demasiado asustada como para tratarse de una espía. Se oye un rugido proveniente de la FX500. Van a contraatacar. Una enorme sacudida se adueña de la superficie y de pronto cesa. Han tenido que arrojar la carga.
Chasqueo la lengua para activar mi comunicador, pero sigue sin funcionar. Mierda.
No recuerdo haber corrido tanto en mi vida.
Entro en el puesto. Alexander está dando órdenes. Intenta autocontrolarse, pero el odio que refleja sus pupilas deja al descubierto sus emociones. Está rabioso; casi furioso. Cuando me ve aparecer, su expresión se convierte en fuego.
—¡¿Dónde estabas, Brown?! –me grita. Estoy seguro que me va a pegar un puñetazo, pero algo le paraliza. Es ella. La está mirando estupefacto- ¿Blue?
Un zumbido profundo vuelve a invadir el ambiente. Otra carga está preparada para ser lanzada. Percibo que ambos se observan, llenos de resentimiento.
—¡Listos, general! ¡A su señal! –Travis está sudando, aunque parece tranquilo en su asiento.
Alexander gruñe. Me recuerda a uno de esos lobos que se estudian en los manuales de zoología terrestre. Aprieta con tanta fuerza los nudillos que se le quedan blancos. Me lanza una última mirada cargada de desprecio y se vuelve hacia Travis.
—¡Ahora! –vocifera.
De nuevo todo tiembla.
REACTIVANDO ESCUDO: 25%
—¡General, están preparando otro ataque! –grita Michael.
La nave no va a aguantar más. Si nos dan, estamos muertos.
Dejo a la chica y aparto a Michael de los controles. Hoy no es mi último día. No voy a permitir que lo sea.
—Será mejor que os agarréis –murmuro.
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