El nombre de Castilla había aparecido durante la Reconquista, sin tener ningún antecedente en nuestra historia, cosa que no sucedía con los de Asturias y León, pues el país de los astures y el del territorio donde se asentó la legión romana, de donde tomó origen el segundo, nos son ya conocidos. Castilla, se hallaba enclavada en el antiguo país de los vascos, pelendones, arévacos, etc., el cual, una vez reconquistado por los reyes de Asturias, fue entregado a gobernadores, condes dependientes de los monarca o a aventureros, que en él levantaron castillos en los puntos más estratégicos, para defenderse mejor de la morisma, y de aquí el nombre de Castella, Castelana, tierra de castillos, con que fue designada tal región.
Se citan entre los primeros condes a Rodrigo, fundador de Amaya; a Diego Rodríguez Porcellos, que fundó Burgos; Nuño Núnez, gobernador de Castrogeríz, y Nuño Fernández, que tanto auxilio prestó a García en la rebelión contra su padre, antes de los cuales, es casi seguro que existieran otros, de los que no tenemos tan exactas noticias.
En los comienzos del siglo X, aparece en Castilla el gobierno de los jueces, uno para la paz y otro para la guerra, y tras el período en que Castilla fue gobernada por tal institución, surge la figura del conde Fernán González, tan realzada por la poesía popular, y con el que Castilla fue independiente de hecho, si no de derecho. Casi al mismo tiempo que pasaba la corona de León a Bermudo III, era proclamado conde de Castilla García II, por muerte de su padre Sancho García; pero asesinado por los Velas, alegó Sancho el Mayor de Navarra los derechos de su esposa Doña Mayor y consiguió incorporar a su Estado todo el territorio castellano, que más tarde cedió, con parte del de León, a su hijo Fernando. Éste, después de haber conseguido ceñir a sus sienes la corona de Castilla y León, y tomando ejemplo de lo hecho por su padre, dividió sus Estados entre sus hijos, dando a Sancho el reino de Castilla, a Alfonso el de León, a García Galicia y Asturias, y a Doña Urraca y Doña Elvira los señoríos de Zamora y Toro, respectivamente. Sancho, desposeyó a Alfonso García y Doña Elvira de los territorios que su padre les dejara, y cuando se ocupaba de la toma de Zamora, pagó con la muerte el haber dado oídos a las engañosas palabras de Vellido Dolfos.
Entonces, en 1073, fue proclamado rey Alfonso VI, cuya estancia en Toledo durante el reinado anterior, así como la resistencia que al suyo opusieran los castellanos, están llenos de novelescos episodios. Alfonso VI, consiguió dar gran impulso a la Reconquista, haciéndose dueño, primero de Alcalá, y más tarde de Toledo, hecho que inicia la supremacía de las armas cristianas sobre los árabes, y que en cierto modo puede explicar, el que un simple caballero como el Cid, guerreando sólo por su cuenta, pudiera constituir en Valencia un estado cristiano, aun cuando su existencia no pasara de la vida de su fundador. Ocupó las coronas de Castilla y León, a la muerte de Alfonso VI (1109), Doña Urraca, casada con Alfonso I de Aragón, en cuyo momento, y de no haber sido por las disensiones que mediaron entre los dos esposos, debió realizarse la unión de todos los reinos cristianos.
Le sucedió Alfonso VII (1126), quien, siguiendo la inhábil política de algunos de sus sucesores, hizo reyes de Castilla y León a sus hijos Sancho III y Fernando II, respectivamente (1157). Después de los reinados de Fernando II y Alfonso IX en León, y de Sancho III, Alfonso VIII, Enrique I y Doña Berenguela en Castilla, se unieron nueva y ya definitivamente ambas coronas en Fernando III el Santo (1230). Las conquistas de Córdoba y Sevilla, y la sumisión de Murcia y Jaén, dan idea del papel que en el desarrollo de las armas cristianas, representó este monarca, que, de otro lado, dispensó gran protección a las letras, y cuyas virtudes hicieron que la Iglesia le considerase como Santo.
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Escultura de Fernán González en el Arco de Santa María de Burgos.
Matías Barrio y Mier (Verdeña, 1844 – Madrid, 1909)
De la serie, "Historia General del Derecho Español".
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