Según mi querido Karma, todo el mundo al final tiene lo que se busca, toda acción tiene reacción, se tarde lo que se tarde, y aplicando esta teoría al mundo sentimental, entiendo el porqué de la soledad de algunas personas. Vivimos en un mundo en el que plantearnos qué hacemos mal no está de moda, y así podemos ver como cientos de solterones se quejan de su mala suerte como si alguien les hubiera echado la maldición de los Kennedy, cosa que les permite no auto inculparse ni responsabilizarse de lo que hacen mal. Yo, como ser kármico que soy, creo que a excepción de algunas personas que en realidad tienen lo que se llama mala suerte, o de algunas otras a las que circunstancias adversas les llevan a vivir un calvario que no se merecen, hay muchas otras, la mayoría, que se ganan con creces su soltería. Todos somos seres imperfectos, y a veces hasta un poco gilipollas, y todos o casi todos hemos sufrido la soledad en mayor o menor medida por habernos pasado de listos. Por eso quiero poner algunas de las formas que creo que hay para conseguir que el karma nos regale esa patética soltería que lograda a ciertas edades puede hacernos caer en un agujero del que es difícil salir a no ser que sepamos meditar sobre nuestra capacidad para ser idiotas y sobre como evitar ésta.
Ser unos superficiales: Ser unos superficiales ávidos de perfección física e intelectual hace que exijamos al otro lo que nosotros ni tenemos ni estamos dispuestos a conseguir. Exigir al otro que sea guapo, inteligente a rabiar, encantador, y ya puestos rico, si puede ser, mientras nosotros nos tiramos pedos y mentimos para comprar barato, hace que tengamos unas expectativas de perfección que no existen y que además no es justa para el prójimo. Rechazar a alguien porque no es el desecho de perfección que las mierdas de películas de Disney nos han metido por los ojos en nuestra infancia solo nos lleva a quedarnos al final solos. Todo el mundo merece ser amado por lo que es y todo el mundo merece respeto. Así pues, seleccionar a la gente como si estuviéramos en un desfile nos condena a la soltería.
Ser egoístas: A veces pedimos al otro sacrificios que nosotros no estamos dispuestos a realizar. Creemos que somos merecedores del mundo entero porque nuestra madre nos lo dijo cuando éramos unos críos y pensamos que el otro ha de ofrecernos su vida entera sin ningún tipo de contra prestación por nuestra parte. Exigimos como críos mimados en Navidad, es espantoso, en serio. Pedimos sin dar nada a cambio pq creemos que con nuestra divina presencia el otro ya tiene más que bastante... Otra cosa que el Karma usa como una espada para que nos quedemos solos...
Ser materialistas: Ser un cochino materialista se lleva, para qué negarlo. La generosidad está obsoleta, y cada vez estamos más convencidos de que tenemos oro cuando en realidad tenemos mierda pura, mierda que además guardamos en una caja fuerte para que el otro sea consciente de que no vamos a compartir nada con él. Exigimos al otro que no toque nuestro dinero, que generalmente consiste en cuatro perras ganadas por hacer de esclavos para alguna empresa, y rateamos en todas las salidas y en todas las ocasiones que podemos. Nos creemos modernos porque separamos las facturas y porque pagamos las cosas a medias, cuando en realidad somos unos ratas que no sabemos que ser generoso y espléndido puede llevarnos al final a obtener algo que nuestro asqueroso dinero no puede pagar, o sea, la compañía de alguien que nos levante cuando nos caigamos... El Karma muestra verdadero sadismo con los ratas, así que, cuidado...
Creerse más listo: A veces tratamos al otro como si tuviéramos la mente de Einstein y mereciéramos una pleitesía tremenda por haber inventado la bombilla, el tfno, y la rueda, cuando en realidad el otro suele ser bastante más listo que nosotros, y por eso nos acaba dejando... Solos. El Karma, una vez más...
No escuchar ni apoyar: Aturullamos al otro con nuestros super problemas, como por ejemplo, que un compañero de trabajo nos ha llamado trepas, y nos pegamos taladrándole la cabeza con ese tema y con otros igual de importantes durante días. El otro tiene problemas, claro que sí, y probablemente más serios que los nuestros, pero no nos importan nada porque creemos que nosotros somos el ombligo del mundo. ¿Por qué apoyar y escuchar al otro? ¿Qué podemos ganar?, ¿alguien para compartir nuestra vida, quizás? El Karma nos recompensa con la soledad cuando pensamos que somos los únicos merecedores de escucha y no estamos dispuestos a apoyar al otro.
No sacrificar ni tolerar: Vivimos en la sociedad del sacrificio cero por el prójimo, y así nos va. Solo queremos lo bueno del otro, pero sus cargas, las que van con él, no nos interesan. No estamos dispuestos a sacrificar nuestras comodidades ni nuestros caprichos por el otro, claro que no. Ceder no es lo nuestro y tolerar las cargas que el otro lleva consigo no es cosa nuestra, ¿verdad? Pues el Karma tiene una buena solución para eso: Condenarnos a la soledad, claro...
Bueno, lector, hay más formas de actuar llevan a que el Karma nos condene a la soltería más patética y recalcitrante, pero recuerda, siempre puedes ampliar la lista si quieres. Y... Si te atreves a mirar dentro de ti y a ser consciente de tus propios errores, claro...
Qué tonto que he sido... ¿Me perdonará algún día?