Edición: Galaxia Gutenberg, 2019Páginas: 240ISBN: 9788417747107Precio: 18,90 € (e-book: 11,99 €)
Edurne Portela (Santurce, Vizcaya, 1974) debutó en la ficción con Mejor la ausencia (2017), una de las novelas de formación más interesantes de la narrativa española contemporánea: narra la historia de Amaia, una niña que crece en el País Vasco del último tercio del siglo XX, un entorno devastado por el terrorismo y las drogas. Mejor la ausencia es asimismo el retrato de una familia disfuncional, marcada, sobre todo, por la autoridad del padre. Formas de estar lejos (2019), su segunda novela, se desarrolla en otro lugar, con una protagonista adulta; un ambiente diferente, pero solo en apariencia, ya que retoma la cuestión de la violencia en el ámbito doméstico, esta vez entre una pareja joven. Sería más preciso, con todo, hablar de «violencias», en plural, porque se manifiestan de múltiples maneras y a menudo resultan casi imperceptibles a los demás. Este parece ser el tema principal, la obsesiónde la escritora.Alicia y Matty se conocen en una localidad del sur de Estados Unidos en los años noventa. Ella, una estudiante brillante, se ha instalado allí para cursar un doctorado; ha dejado atrás, en el País Vasco, a sus padres y amigos. Él, por su parte, es un chico blanco de familia sureña tradicional que estudia un posgrado. Desde el principio, el lector sabe que la relación terminó; a continuación, se reconstruye desde los inicios, alternando capítulos en tercera persona, a modo de escenas representativas de su etapa en común, con fragmentos del diario de Alicia. La novela explora la deriva tóxica de la pareja, con énfasis en la violencia estructural en las relaciones, no solo entre jóvenes, sino en la familia nuclear. Contrapone el modelo de los progenitores de Matty, donde la posición del padre no se discute, con el nuevo paradigma que aspira a representar la siguiente generación, en el que las estructuras de dominación y el machismo no resultan tan evidentes, adoptan formas discretas, por ejemplo, una conversación informal entre amigos, en la que censuran con despreocupación a la novia de uno.Portela tiene una capacidad extraordinaria para radiografiar las pautas dañinas anquilosadas en la sociedad. Lo hace en cada capítulo, se centre en Alicia, en Matty o en un secundario. Sin embargo, esta voluntad de análisis termina por lastrar la narración, precisamente por ser demasiado obvia. Cuando examina conflictos como la discriminación racial, la obesidad o los abusos, se nota mucho la intención de hacer un análisis; el estudio sociológico, el discurso, resta fuerza a la novela, por pertinentes que sean sus observaciones (que lo son: además de narradora, Portela es una excelente ensayista y articulista; tal vez le habría ido mejor plantear este proyecto como una obra de no ficción). Falta sutileza en esa radiografía social. Lo mismo ocurre con la evolución de Alicia: muestra la experiencia de una estudiante en el extranjero, la dificultad del idioma, la dependencia que esto suscita con respecto a Matty, la vulnerabilidad de encontrarse lejos de casa, el síndrome de la impostora pese a tener un gran currículum; en suma, además de la violencia en la relación, la protagonista arrastra el desarraigo, que aun siendo voluntario tiene sus tensiones. Una perspectiva inteligente, sin duda, pero, de nuevo, mastica el asunto en exceso, regala la interpretación al lector.La novela tiene todavía otro inconveniente, que se acrecienta en la segunda parte: la falta de cohesión. La construcción en escenas «sueltas», que a ratos siguen a la pareja pero exploran también otros focos (como los episodios sobre las alumnas de la universidad), resta tensión narrativa y, sobre todo, produce la sensación de ser un libro un tanto inconexo, deslavazado. La autora tiene claro el destino, pero el camino para llegar está poco definido, se dispersa, falta continuidad en la historia principal. Mejor la ausencia no tiene este problema, es más «compacto» en su estructura, el crecimiento de la niña, con los temas clave representados en las vivencias cotidianas de la familia. En ambas novelas la autora se apoya en las elisiones; no obstante, mientras que en Mejor la ausencia se utilizan con eficacia, para reflejar el paso del tiempo y la parcialidad del punto de vista, en Formas de estar lejos ponen de relieve la dificultad para encajar las piezas de la trama y dotarla de unidad.
Edurne Portela