
Hace ya tiempo que se viene hablando de los distintos formatos de lectura que existen: básicamente el papel y el digital. Y es que todos tendemos a uno u otro formato nos digan lo que nos digan.
Tengo que decir que en los últimos años cada vez alterno con más frecuencia el papel y el libro digital, pero admito que no es sólo por simple placer. Más que nada es comodidad. El libro digital me permite llevar en un formato mucho más manejable enormes libros o gran cantidad de títulos cuando salgo de vacaciones. Lo puedo sacar en cualquier parte y leer en el autobús o en el metro sin temor a estropear o dejar mutiladas las páginas de la historia que acompaña mis mañanas y mis tardes. Es así. Cuando se trata de leer por la calle, de avanzar en una historia a ratos muertos fuera de casa, o incluso cuando se trata de comparar precios, tendemos a lo digital.
Pero el lector empedernido, muchos de los que aquí nos reunimos día sí día también, ama los libros desde el momento en que olemos la letra impresa. Y para eso necesitamos papel. Sentir la hoja que cruje al pasar entre nuestros dedos desvelando el siguiente capítulo de nuestra historia. Admirar las cubiertas y reconocer los títulos por el tono del lomo.
Adoramos encontrar títulos que no nos permiten desviarnos al nuevo formato. Historias como El maestro del Prado que vienen acompañadas de grabados que no se apreciarían igual bajo la forma pixelada de este siglo XXI. Títulos como La casa de hojas, que son todo un homenaje al libro clásico tanto por la concepción de la historia plagada de notas a pie de página, como en su estructura que sigue un aparente caos de líneas que suben y bajan y páginas prácticamente en blanco. Supongo que en algún momento llegue a los lectores en forma de ebook, y también su pongo que en el particular caso de este libro, la persona encargada de maquetarlo... bueno, digamos que no me gustaría estar en su lugar. Relaciones de personajes, mapas... a mi me influyen a la hora de decantarme por la compra en papel o digital.
Hay un tipo de lector que prefiere seguir acudiendo a bibliotecas de vez en cuando, y que busca la excusa para seguir comprando papel. Sacrifica si es necesario el número de libros leídos y sabe perfectamente lo que es una desiderata de biblioteca (que tan mal están soportando la crisis). Agradecemos que haya libros con mapas, con relaciones de personajes, con mil y una aclaraciones aunque luego estemos tentados de saltárnoslas, porque nos dan la excusa perfecta para volver a nuestro amado papel. No admitimos si no es a regañadientes la idea de que el ratón de biblioteca ahora tendrá suficiente con un pendrive y nos apenamos cada vez que vemos que unas ventas ceden sobre otras. Por supuesto que compramos libros digitales, llegamos a más autores, a más títulos, es más rápido... Pero siempre terminamos mirando de reojo los libros de papel y optamos por ellos en la playa, por si la arena nos estropea el lector o porque el solo no nos deja ver bien; en la piscina, la palabra agua unida a digital no suele ser una buena combinación.
Se habla, se dice, se comenta... las ventas suben o bajan, las cifras cambian. Pero decidme una cosa, si podemos elegir ¿optamos por el libro digital o el de papel?
Gracias
