Las formas son importantes. De eso no tengo la menor duda; pero no siempre coinciden con un mayor nivel de educación y respeto hacia los demás.
A lo largo de la historia las formas de tratamiento han evolucionado, también cambian mucho de cultura a cultura, de continente a continente.
A veces las distintas formas de tratarse no van más allá de una mera cuestión gramatical más que de una forma de respeto. Emplear “vos” o “ustedes” en vez del “tú” o "vosotros", como ocurre en la América de habla hispana. Era frecuente entre los romanos antiguos tratar a todos de tú, incluso los soldados a sus generales. Aquí hemos sido más de “usía”, “vuecencia” para referirnos a los altos cargos militares. Decía Schiller, el poeta alemán, que demasiada cortesía no seduce, sino que empalaga. Hablar de usted a personas mayores o a gente que no conoces es un síntoma de educación y respeto. No me agrada ver a chavales tuteando a personas de cierta edad que se encuentran por la calle y que ni conocen; sin embargo, gentes hay que se hablan de usted mientras se dan de puñaladas traperas; por el contrario, los hay que te tratan de tú pero con un tono que revela buena educación. Las formas puede que sean importantes, pero no son lo único importante. Habrá que ver el contenido, el tono y el lenguaje no verbal con el que se acompañan. En mis tiempos como profesor de adultos tuve alumnos de todas clases, incluso jóvenes raperos, muy desafiantes y contestatarios en el gesto en un primer momento, que me trataban de tú en la clase y a los que yo consideraba, oía y respetaba y me llegaron a demostrar con el tiempo que eran de lo mejorcito: no hablaban de mí a mis espaldas, me respetaban cuando daba mi opinión y hasta estudiaban y aprobaban. Hay chicos que lo que no toleran es la arbitrariedad, la injusticia, la imposición sin razones… pero que te los metes en el bolsillo si eres capaz de escucharles y comprenderles. —Profe— me dijo uno en el cambio de clase—. Un coche ha dado marcha atrás y te ha dado en el parachoques un golpe. He cogido la matrícula porque el tío listo ni se ha bajado a ver si te había hecho algo. Menudo capullo. Recuerdo a aquel vecino de la infancia que hablaba de usted a su madre, una costumbre poco usual ya para los de mi generación, quienes solíamos tratar de tú a nuestros progenitores. Una vez, oí al joven aquel que decía a la autora de sus días:—Madre, váyase usted a la mierda.