Nadie duda, a tales alturas, de que el catalán es lengua oficial en la comunidad autónoma correspondiente, del mismo modo que todo el mundo se percata de que el eufemismo “inmersión lingüística” supone la imposición del catalán en todos los ámbitos, obviando una lengua hablada por mas de quinientos cincuenta millones de personas, cuya utilización exclusiva en rótulos comerciales, puede suponer una sanción administrativa por parte del gonbierno catalán. Desde este espacio, afirmamos en no pocas ocasiones, que el catalán, curiosa lengua romance, era útil para llegar poco más allá de Granollers, sin ánimo alguno de menosprecio hacia un idioma de rancia tradición en una pequeña parte de nuestro país, y en ese sentido debería haber sido interpretado por parte de los representantes públicos que ofrecieron ruedas de prensa con relación al reciente atentado ocurrido en Las Ramblas de Barcelona.
Un periodista extranjero llegó a abandonar el recinto por la reticente actitud de los responsables de la información, en el uso del catalán; si en verdad se pretende que Cataluña sea conocida más allá de nuestras fronteras e “internacionalizar” el “conflicto”, nada más útil que los representantes de los medios de comunicación europeos en sus ruedas de prensa, facilitándoles el entendimiento tanto de lo que sucede en su territorio, como de las pretensiones independentistas. El Sr. Forn se negó a la utilización del castellano, o español, pero no tuvo inconveniente en modificar su apellido para “catalanizarlo”, del mismo modo que siendo el concejal responsable de la seguridad en Barcelona, hizo caso omiso del consejo de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado para colocar bolardos, de la forma en que se publicó por parte de diferentes medios, protegiendo la eventual realización de un ataque como el sucedido. Hay que estar muy seguro de sí mismo -o ser extremadamente tonto- para cargar sobre los hombros tal responsabilidad, pero mantener la actitud arrogante de ese nacionalismo aldeanista.