Daniela Rodríguez
Un mundo asediado por los tambores de la guerra, asfixiado por la creciente desigualdad económica y social, en el que el 1% de la población ya ha alcanzado la riqueza del 99% restante.
Un mundo en el que la expoliación y el consumismo ha llevado al planeta a superar sus límites de regeneración. Hoy somos responsables de la sexta extinción más grande del planeta luego de la de los dinosaurios hace 65 millones de años y con la posibilidad clara de desaparecer.
Nuestros movimientos de izquierda deben ser capaces no sólo de cuestionar las formas de relación y explotación entre los seres humanos, sino también de los seres humanos con la naturaleza, para dar paso a un necesario socialismo ecologista; algo que trascienda la tradicional visión instrumental de la naturaleza del materialismo histórico.
A nosotros, la izquierda de esta época, nos toca quizás el reto más grande de la historia humana: Impedir que la crisis ecológica conduzca a la humanidad a un caos inimaginado. Este no puede ser el fin de la historia, sino el comienzo de una nueva, porque para salvar el planeta, hay que salir del capitalismo.
La guerra sigue siendo la estrategia de los poderosos para eliminar la sobrepoblación y hacerse de los recursos naturales que necesitan para mantener sus exorbitantes niveles de consumo.
Mientras que pueblos enteros deben abandonar su tierra y ver desvanecer su historia, su cultura y su identidad, frente a la mirada inmóvil e inconmovible de sus congéneres.
La evolución de las tecnologías de la comunicación e información, que deberían contribuir con la emancipación liberar, en muchos casos se ha traducido en nuevas formas de opresión social, en el que los dueños de las grandes plataformas de big data y redes sociales, utilizan el poder derivado del manejo de la información de sus usuarios, para brindar herramientas al establishment político y corporativo que les permita manipular grandes masas de población pobremente informada, y neutralizar su capacidad de generar revoluciones sociales.
En un mundo en el que la razón tecnológica se ha vuelto una razón política, siguen vigentes las alertas que nos hacía el filósofo de la escuela de Frankfurt Herbert Marcuse sobre este tema: “Ante las características totalitarias de esta sociedad no puede sostenerse la noción tradicional de la “neutralidad” de la tecnología. La tecnología como tal, no puede ser separada del empleo que se hace de ella; la sociedad tecnológica es un sistema de dominación que opera ya en el concepto y la construcción de técnicas”..
Por su parte, la lógica del capital, expresada en la industria del armamentismo mundial, pone toda la evolución tecnológica en materia aeroespacial al servicio de una carrera armamentista en el espacio ultraterrestre, que puede significar la destrucción del planeta en pedazos como consecuencia de la colocación de armas -incluso nucleares- en los sistemas satelitales, sin que los pueblos puedan si quiera opinar.
Todo esto está pasando en el mundo de hoy. Se trata de realidades tan cercanas y determinantes para nosotros como ir a comprar pan. El problema es que se encuentran totalmente invisibilizadas por la agenda hegemónica del capital; y es precisamente desde estos espacios que debemos abrir el debate y despertar la conciencia de nuestros pueblos, a través de la articulación de una izquierda continental y global que pueda hacer frente a estos desafíos.
Otro reto que tenemos como izquierda global es corregir el desbalance existente en los procesos de producción, distribución y legitimación del conocimiento. La historia de los pueblos, de los trabajadores, de los sectores históricamente oprimidos, es una historia legítima que debe ser contada, estudiada y reconocida como tal.
Debemos revertir los desequilibrios del orden existente en el que los países capitalistas son los que producen el 95% del conocimiento a nivel mundial, y por ende, condicionan el curso de de pensamiento y acción, garantizando un orden político, económico y social que les favorece. Decía el Banco Mundial que no era necesario para los países en desarrollo “reinventar la rueda del conocimiento”, sino que debían limitarse a ser consumidores de un conocimiento o generado en otras latitudes.
Nosotros, como pueblo decimos que si, es necesario reinventar la rueda, porque hay que cambiar la lógica de la desigualdad y de la opresión que la caracteriza. Necesario es recordar nuevamente a Marcuse cuando nos decía que “La forma más efectiva y duradera de la guerra contra la liberación, es la implantación de necesidades intelectuales que perpetúan formas anticuadas de la lucha por la existencia”.
En la construcción de alternativas al capitalismo, no podemos permitir que los centros de pensamiento capitalistas sean quienes controlen nuestros discursos y nos impongan las agendas de discusión.
El debate de la izquierda no solo en Venezuela sino a nivel mundial, tiene como primer deber visibilizar los riesgos que deben enfrentar nuestros pueblos, no solo para alertarnos, sino también para fortalecer los cursos alternativos de acción, de una forma sistemàtica y articulada, desde la universalidad abstracta hasta la materialidad concreta.
Desde el trabajador en el campo petrolero que es consciente de que esa es su tierra, su pequeño lugar en el mundo, que nadie le puede arrebatar, que tiene una función insustituible, hasta el más “ilustrado” estadista, cuya misión pedagógica es conducir sabiamente el actuar de generaciones enteras. Ambos tienen una labor entrañable e insustituible.
Asimismo, el reconocimiento de las similitudes de un sur metafórico más que geográfico, un sur antiimperial, anticapitalista y contrahegemónico, en el que nos encontramos todas las clases y grupos sociales que hemos sufrido la destrucción, opresión y discriminación generada por el capitalismo, el colonialismo y cualquier orden político sustentado en el ejercicio de la desigualdad..
El fortalecimiento del papel de nuestros pueblos en la historia, en esta lucha existencial entre opresores y oprimidos, entre modelos emancipadores y aquellos que pretenden perpetuar la dominación; es fundamental para alcanzar el triunfo definitivo de la izquierda a nivel global.
La superación de enfoques político-partidistas y de nacionalismos excluyentes, que dan por resultado una izquierda segmentada, para situar nuestra la lucha política en el plano espiritual, como requisito fundamental para garantizar el éxito de esta batalla existencial.
Solo la conciencia de que todos somos necesarios es lo que nos podrá garantizar la victoria, en un ejercicio de transformación crítica que comienza desde el plano local, hasta impactar en la dinámica global. Todos tenemos al alcance de nuestras posibilidades una realidad que transformar.
Para finalizar, es importante recordar que la lucha que hoy nos convoca, es una lucha de todos los lugares y todos los tiempos, y no es una idea delirante en las mentes de alguna minoría rebelada. Es el clamor de una naturaleza entera, que se ha visto perjudicada y explotada; y queda de nosotros superar esa amnesia intravenosa de la “comodidad y el confort”, de la despolitización progresiva a la que el sistema nos quiere inducir, para sumar cada vez más pueblos a esta batalla.
Daniela A. Rodríguez M. / Internacionalista