Revista Opinión

Forty Elephants, chicas malas

Publicado el 19 marzo 2016 por Miguel García Vega @in_albis68

women in pantsEncontré por internet la imagen que encabeza el artículo. El site decía que la imagen correspondía a una banda de delincuentes femeninas llamadas  “The Clockwork Oranges”. En la década de 1880 habían controlado los bajos fondos londinenses, imponiendo su ley. También decía que su nombre inspiró a Anthony Burgess su novela más famosa, La Naranja Mecánica, célebre por la adaptación cinematográfica que hizo de ella Stanley Kubrick en 1971.

Me puse manos a la obra. Una banda organizada de mujeres delincuentes en el Londres de finales del XIX tenía que aparecer en este blog. Lástima que todo fuera mentira. Ni la imagen que ven corresponde a una banda de delincuentes ni se sabe que existiera ningún grupo con ese nombre.

Aunque gracias a las falsas oranges conocí a las auténticas elephants, las Forty Elephants. Y esas chicas sí merecen un post.

Antes de presentar a las Forty Elephants, acabemos con las oranges. En una web especializada en hoaxes (engaños, fraudes) leo que la atribución de la foto es falsa. Nunca existió esa presunta banda, lo único que tenemos es una foto fechada en 1896 con la descriptiva leyenda impresa “group of women having a smoke”. Una foto más de mujeres retratándose con ropa de hombre. Algo que puede tener connotaciones homosexuales o ser simplemente una broma. No hay más historia, al menos que yo sepa.

Las Forty Elephants, también llamadas The Forty Thieves, sí que existieron y las conocemos gracias, sobre todo, a Brian McDonald y su libro Gangs of London (2010).

Era una banda formada únicamente por mujeres que se dedicaba a delinquir en algunos barrios de Londres. En los archivos policiales la primera mención aparece en 1873, aunque algunas fuentes le conceden más antigüedad. Se mantuvo operativa hasta 1950, siendo su época dorada el período entre las dos guerras mundiales.

Elephant & Castle 1928
Elephant & Castle 1928

El nombre le viene de su barrio de origen, Elephant & Castle, en el sur de Londres, y de una banda de hombres anterior, los Elephant Boys, también llamada The Elephant, a secas. Ambas organizaciones colaboraron, pero no había ninguna otra vinculación. El grupo masculino tenía fama de muy violento y a él recurrieron nuestras chicas en ocasiones, cuando era necesaria más fuerza bruta.

Porque, aunque las muchachas no rehusaban la fuerza si era necesaria, lo suyo era más la maña, el usar la cabeza y unas manos hábiles. La Forty Elephants se dedicaban al hurto menor, robo de joyas, ropa y complementos en tiendas. Lo suyo era el descuido y la picardía. A veces, las más atractivas vestían sus mejores galas y se iban a los clubs del West End, a ligarse a hombres casados de buena posición para chantajearlos después. También se hacían con identidades falsas, consiguiendo de esa manera entrar a trabajar en el servicio de casas importantes, que luego saqueaban.

Alice Diamond

Los años dorados de las forty fueron los felices 20, sobre todo gracias a la llegada a la cima de la organización de una veinteañera llamada Alice Diamond; también conocida como Diamond Alice, Diamond Annie, Diamond Queen o, según algunos tabloides, The Queen of the Forty Thieves. La cantidad de nombres refleja su popularidad. Tanta repetición de diamonds se debe a los anillos de diamantes que llevaba, que además de adornar sus manos convertían sus puños en un arma letal. La prensa destacaba su imponente estatura (casi 1,80, inusual en aquella época) y su gran fuerza física, muy intimidante. Pero Alice/Annie poseía, sobre todo, inteligencia y gran capacidad de liderazgo. Según McDonald, la policía la consideraba “la más inteligente de todos los ladrones”.

Alice Diamond
Alice Diamond

Organizó una red de rateras con diferentes células independientes que podían actuar a la vez, bien sea abalanzándose sobre unos grandes almacenes para crear el caos, bien para actuar en diferentes puntos de la ciudad al unísono, volviendo loca a la policía. Se le ocurrió diseñar una serie de vestidos estrafalarios, anchos y llenos de bolsillos ocultos, donde las ladronas podían esconder lo que afanaban. La moral puritana hacía el resto: a nadie se le ocurría registrar las prendas interiores de las mujeres. Y cuando eran detenidas, que también ocurría, la organización pagaba las fianzas.

Las forty también disponían de algo así como correos. Las ladronas salían de la tienda y entregaban rápidamente el botín a otras compañeras que esperaban fuera (a veces a  jóvenes aprendices) que lo llevaban volando a lugar seguro, desprendiéndose ellas de la prueba incriminatoria. Otras veces salían pitando en potentes automóviles, más veloces que los de la policía. También dejaban en la consigna de las estaciones maletas vacías que llenaban con el botín; otra compinche las recogía y lanzaba desde el tren en puntos prefijados.

Su territorio lo tenían bien atado, cobrando la consiguiente comisión a la competencia foránea y recurriendo a la violencia o el secuestro ante cualquier díscolo. Con tácticas tan eficaces, pronto Elephant & Castle, Waterloo Road y las tiendas elegantes de la parte alta se les quedaron pequeñas, y ampliaron su influencia a casi toda la ciudad.

Las cosas les iban bien, así que muchas de sus cabecillas llevaban una vida de desenfreno, persiguiendo un estilo de vida que imitara al de sus admiradas estrellas de cine de la época. Eran el alma de restaurantes, pubs y clubs, vistiendo ropas y joyas caras y gastando dinero en bebida, tabaco, drogas y hombres como si no hubiera mañana. Viviendo a tope los felices 20. Las ropas de alta costura y las joyas nunca eran del botín robado. Primero lo convertían en dinero (alguna tiendas compraban la ropa robada, le cambiaban etiquetas y a otra cosa mariposa) y luego visitaban las boutiques elegantes con la chequera a rebosar, como unas señoras. Imagino que las mismas tiendas que habían ordenado saquear previamente; tenía que ser una risa. También llevaban con cuidado una contabilidad que lavara sus beneficios con la apariencia de actividad económica legítima. La mafia de toda la vida.

Maggie Hughes

Junto a Alice Diamond, McDonald en su libro destaca a su lugarteniente, Maggie Hughes, otra joven ambiciosa, con cara de buena chica y fuerte temperamento. Nació en 1886 en el sur de Londres, en una familia de sospechosos habituales. La pequeña Maggie siguió con el negocio familiar y con 17 años consiguió su primera ficha policial por el robo en una sombrerería de Oxford Street. Dos años más tarde se la detuvo por suplantación de identidad en una fábrica de municiones. A saber qué estaba tramando.

Maggie Hughes
Maggie Hughes

Su determinación y habilidad la llevó a ser considerada la número dos de la banda en aquellos años dorados. Aunque su posición empezó a debilitarse en 1923, cuando la policía la pillo, literalmente, con las manos en la masa: intentando llevarse de una joyería una bandeja con 34 anillos de diamantes.

Como marcan las reglas del negocio,  Alice y Maggie vivieron a lo grande, pero muy deprisa. Su caída empieza en diciembre de 1925. Según cuenta McDonald, en un pub de Waterloo, al sur de Londres, la fiesta está muy animada, celebrando un ebitda muy positivo para las Forty Elephants. Marie Britten, una de las jóvenes de la pandilla, se acerca nerviosa, junto a su padre, para hablar con la reina Alice. Se ha enamorado de un hombre ajeno al negocio, contraviniendo una regla sagrada de la banda, y necesita el beneplácito de la jefa para continuar la relación. Alice y Maggie pensaban que un detective infiltrado o un despecho amoroso podía poner en peligro el negocio.

Alice niega su permiso, Marie, a su vez, se niega a abandonar la empresa, con lo que empiezan los gritos, insultos y demás. Se arma una pelea, Maggie ataca al padre que Marie con una navaja pero este consigue zafarse y huir con su hija hacia su casa.

londongangs
Pero Alice no es de las que dejan una discusión a medias. Acompañada de un grupo de acólitos con palos, barras de hierro y navajas se van a casa de los Britten y tiran la puerta abajo. La policía llega rápido a una casa destrozada, impidiendo que la paliza al padre sea mortal. La hija no estaba, y de ella nunca más se supo. Los agentes detuvieron a unos cuantos de los agresores que no habían podido huir, entre los que estaban Alice y Maggie. Les colgaron todo el marrón a ellas dos: a Maggie unos meses, a Alice 5 años de cárcel con trabajos forzados.

Sin el liderazgo de Alice las elephants fueron decayendo. A partir de los años 30 ya solo queda su fama, aunque se estima que su existencia como banda llegó hasta 1950. El final de Alice y Maggie queda un poco borroso. Maggie, tras un encontronazo con la autoridad en 1938 (le clava un alfiler de sombrero en el ojo a un policía) pasa unos años a la sombra y al salir parece que se ganó la vida como sirvienta en un burdel y confidente de la policía. Alice, por su parte, sale muy debilitada de la cárcel y se cree que murió en la década de los 50, sin más datos.


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