Revista Cultura y Ocio

fosforescente I

Publicado el 10 junio 2011 por Serlibre

fosforescente ILa chica brillaba en la oscuridad, era como estar frente a esos stickers de los cuartos de niños que toman la luz de los objetos lumínicos y la mantienen un rato más hasta que se agota. Brillaba color amarillo. Parecía tener el sol adentro. Portaba una energía expansiva con mirada de bienvenida. Aglutinaba fragmentos perdidos, tocaba sin tocar y encendía  insomnios.Al saber de su existencia los servicios  secretos de las potencias mundiales emprendieron una campaña para hallarla y secuestrarla. Se convocaron la CIA, el FBI, INTERPOL, el MSS y una larga lista de etcéteras.  En principio organizaron un operativo simple hasta que detectaron que el brillo se desplazaba al ritmo de los discursos. Habría que organizar una exhaustiva búsqueda de las palabras y hacerlas pulular hasta la exasperación para atrapar el brillo amarillo y con él a la chica.Recurrieron a la onda corta a sabiendas de que podrían ser interceptados por cualquier radioaficionado con un equipo básico pero lo importante era encontrar frecuencias de voz, filtrarse en los lugares comunes, multiplicar y amplificar. Actuar  a modo de decodificadores, minimizar la salida de información y de ser necesario sólo emitir claves alfa numéricas para permanecer en esa red que los llevaría al blanco móvil. Al brillo amarillo. El que se expresaba en la oscuridad de las palabras. Llamaron a concurso de radioaficionados, recompensa: una opulenta suma de euros a los mejores emisores, (ellos sabían muy bien el poder de San Dinero), de hecho eran sus esclavos. Las radios comenzaron a estallar en ondas luminosas de todos colores, nadie quería quedar por fuera de la convocatoria. Cada tanto aparecían las amarillas, las cargadas de bilis, las transmisoras de esa ilusoria ictericia. El interior del sol se expresaba y todos los servicios de inteligencia comenzaban a bailar, no les resultaba fácil, cualquier onda podía ser producto de la voz oscura que los llevaría a ese brillo amarillo.Decidieron intensificar las acciones a través del MSS (servicio de inteligencia chino) los pensaban como idóneos en rastrear voces rasgadas, pero fueron los servicios de Afganistán los que detectaron la frecuencia del hombre araña. Él, con su entramado los llevó por la vía de la amapola (esa flor alucinógena, a veces también amarilla) y los hizo llegar en forma de “paco” (baratija de marihuana) o de polvo blanco purificado al lugar donde provocarían la verborragia. Nada mejor que un alucinógeno para hacer hablar, incluso, a los mudos llegado el momento.No escatimarían ningún método y recurrirían a vías ilegales de ser necesario. Así lo hicieron. Las vedettes: golpes de puños, daños psicológicos y picana mezclada con sobornos. El mejor traidor gozaría de algunos beneficios. Hablar y hacer hablar sería recompensado con alguna  dádiva reconfortante. Hablar de bronca, de risa, de melancolía, de ira, de algarabía, pero hablar y no parar de hablar,  era la consigna. El objetivo había sido logrado, hasta los muertos se lograron expresar y atraparon a “la voz” esa voz tenue y serena que al sentirse ultrajada emitió un largo no y algunos tantos por qué. Fue entonces cuando brilló por primera vez ante sus ojos y los trascendidos tomaron fuerza real, se estremecieron, ya la tenían, ahí, frente a ellos y un solo estornudo bastaba para enceguecerlos. La amordazaron y se silenciaron (cualquier voz la encendía) el brillo se ausentó y quedó el cuerpo de la chica doblado sobre las rodillas a la espera de los expertos, los que le practicarían todo tipo de pruebas para detectar el supuesto origen del efecto lumínico.(...) 
-   Estoy con esta mordaza, una tela más, un corte, un abismo. Miro esa muralla que retiene mis lágrimas en la comisura palpebral. ¿Estaré viva?
Los expertos la rodearon, se llevaron su sangre, embotellaron su orina y la espirometría robó sus suspiros. Se apropiaron del ADN de sus cabellos y su piel fue traspasada por miles de ráfagas de RAYOS X. Ninguno de los invasores corporales se presentó, no dejaron nombre y mucho menos apellido. Ella sabía que eran profesionales de la salud. Insalubres sanitaristas que violentaban cada alelo de sus genes. Eran los ladrones de su identidad. Espectros de indiferencia, monstruos voraces, maestros en conejillos de indias.
Estudiaron cada una de sus catáfilas y cubrieron las heridas de esa mujer translúcida sin siquiera permitirle lamérselas. Varias semanas de infructuosa búsqueda llego a oídos de los medios de comunicación los que la llamaron “LaMujerLuz” y la conclusión no enunciada por los científicos fue la más disparatada: estaban en presencia de una especie de "milagro".
-   Siento el agobio de esas miradas que fueron tatuando mi piel durante todos estos años. Si dejaran de mirarme tendrían más chance de aproximarse a mi secreto.

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