Revista Creaciones

Fósiles

Por Ripu77

El cielo es un trapo a punto de cruz / donde los espacios que quedan en blanco / son un idioma desconocido.

La paciencia de los árboles, María Sotomayor.

Estos meses nos han presentado los retales en blanco. Nos han dejado el vacío para las puntadas, para los trazos distintos, para el sonido forastero del nuevo silencio. Hemos debido llenar los agujeros, los que se han hecho cotidianos junto a la resignación, con ese idioma desconocido.

Cada cruz bordada en ese lienzo nos ha mostrado una debilidad. Somos capaces, tras 136 días, de organizar el mapa de la fragilidad. De reconocer, por fin, lo que nos hace vulnerables. Sabemos; tras el encierro, el confinamiento, la desconfianza y el miedo, qué es aquello que nos quiebra y sin lo que no podemos completar la labor.

Escribe Claire Legendre en El Nenúfar y la araña: “El recuerdo de lo que ha sido o de lo que habría podido ser, de aquello a lo que he renunciado para conservar tranquilamente el fósil.” Nos quedan los fósiles. Los fósiles de aquello que, atravesando la pandemia, hemos querido mantener junto a nosotros. El recuerdo de lo que era, de lo que existía, de lo que nos hacía felices y nos permitía dar cuerda a la rutina. Avanzar porque existía la seguridad de que “todo” seguía ahí.

Esos fósiles son resquicios de aquello que ardía en la normalidad. ¿Podemos aferrarnos a los fósiles? Hacemos lista de los puntos frágiles. Los abandonos, los olvidos, las voces que hemos dejado de escuchar en estos meses. La enfermedad que nos hace estar pendientes de la lucha. La esperanza sobre el cuerpo traslúcido de una gata. La despedida para siempre de aquella que parecía eterna y tiraba del carro familiar. Fósiles.

Fósiles

Making Amends, Holly Warburton.


Cada pérdida y cada batalla supone un duelo. Dijo Paula Vázquez en Las estrellas, “leí que el duelo clasifica y reordena a quienes rodean al afligido, pone a prueba a los amigos, unos lo superan y otros fallan.” Ante el derrumbe, la comprobación de los que se quedan. De los de verdad, los que valen, los que no fallan. Ante la muerte, la desesperación y el terror, la valentía de los que montan el puzle. Los que sustentan las piezas, los que endulzan el duelo.

Todo ello ha supuesto aprender a vivir en alerta. Aceptando el reposo cual quimera. Entender cómo caminar sin la tranquilidad de antaño, sin la paz de la costumbre, con los ojos abiertos y acechantes. Hemos dejado atrás la quietud, como si al río calmo lanzáramos la piedra y diera el máximo de rebotes. Decía Pilar Adón en Las órdenes que “cada paso adiós, cada separación, / un desamparo que niega el reposo.” Cada quiebra, cada pieza perdida, todo suma al desamparo sin reposo. 


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