Y un día decidiste que estabas lista para caminar. Te paraste solita y comenzaste a mover un pie y luego otro. Todo cambió en tu perspectiva, de repente podías ver cosas que antes no veías y podías hacerlo desde otro lugar. Advertiste que podías llegar a donde antes no llegabas. Te sorprendiste al ver que podías desplazarte de una forma que antes no podías.
A veces te emociona tanto esta nueva sensación de libertad que paras solo a reírte. Otras veces suspendes tu marcha para bailar, si escuchas música que te gusta. Y a veces, también, tanta libertad te asusta y sientes la necesidad urgente de volver (casi) corriendo hacia mí, abrazarme y pedirme upa; pero luego recuperas tu seguridad y sales sola otra vez.
Hoy eliges el juguete con el que quieres jugar y vas a buscarlo, buscas en cajones y adivinas qué hay detrás de cada puerta, para luego averiguarlo por vos misma. Descubres que puedes caminar sobre diferentes superficies y que no se siente igual el piso de casa, que una alfombra, que la tierra, la arena o el césped. Te tientan los escalones, pero como sabes que es más difícil (y peligroso), buscas nuestras manos para ayudarte. Hoy nuestros paseos de fin de semana tienen otro color, otra textura y otro sabor. Todo cambió el día que decidiste caminar, que perdiste tus miedos, que te lanzaste a la aventura. Hoy el mundo entero está a tus pies y el futuro se abre como un sinfín de posibilidades para crecer. Y sabes que para hacerlo tienes nuestras manos, nuestros brazos, nuestros ojos, nuestro paso lento a tu lado... para cuando te canses, te asustes, dudes o sientas que no puedes. En esos casos solo tendrás que mirar a tu costado y ahí estaremos, para ayudarte a recuperar tu seguridad y tu libertad para recorrer el mundo.