Revista Arquitectura
Hoy invitamos a Martín Sanchez. A continuación el texto que escribió para acompañar las imágenes:
Vértigo, de abajo hacia arriba
Estamos acostumbrados a identificar a la arquitectura con lo monumental, con objetos cuyos puntos de fuga están fijos en el cenit. En la observación, sucumbimos a esa ya sabida sensación de movimiento de todo aquello que nos rodea, parece que esos objetos están constantemente en crecimiento, y aunque en algunos casos es así y en otros no, nos vemos insignificantes y nos pensamos completamente ajenos a ellos, dueños de esos volúmenes que se extienden en ritmo constante hasta el infinito.
A lo largo de la historia la monumentalidad en la arquitectura se relacionó íntimamente a las deidades, y sobre todo a marcar con énfasis esa mortal diferencia que nos separa de ellas. Hoy las deidades perdieron de algún modo su podio, al haber sido reemplazadas por los intereses de nuevos superarquitectos que compiten por tener su propia Torre de Babel. Y nosotros con los pies firmes en la tierra, nos dejamos llevar por sus obras, que llenan los folletos turísticos y superan en presencia al lugar que las sostiene, sin un mínimo intento en agradecer tal esfuerzo.
Sucede que tendemos a olvidarnos del horizonte, quien desde el comienzo fue el dueño indiscutible de aquellos puntos de fuga, y donde se ubican nuestras cabezas siempre que recordamos el suelo en el que nos encontramos. Es en ese momento cuando vemos en la arquitectura el estrecho vínculo con lo humano, donde se originan nuevos climas y nuevas realidades, espacios pensados para estar bien sin darnos cuenta.