Revista Cine
-"Me voy a llevar este juguetito, por si no aparezco en los fotogramas del año..."
Actuaciones, presencias, escenas, secuencias, sonidos, descubrimientos, música, acción… Algunos de los mejores momentos que vi en el cine durante el 2018, provenientes de grandes películas o de algunas que no fueron tan logradas o, incluso, francamente fallidas. Se incluyen algunas series televisivas, por cierto.
-El creciente desconcierto de Jake Gyllenhaal en Más fuerte que el destino (Gordon Green, 2017) en la medida que no sabe de qué manera debe comportarse un supuesto héroe.
- El “fuck-you” en lenguaje de señas que Sally Hawkins le receta a Michael Shannon en La forma del agua (Del Toro, 2017). Gif automático del año.
-La banda sonora rockera setentera de Wonderstruck: El museo de las maravillas (Haynes, 2017), una cinta que merecía más amor.
-Jessica Chastain en Apuesta maestra (Sorkin, 2017). ¿Hay actriz gringa que proyecte más seguridad, sexualidad e inteligencia que ella? Acaso Emily Blunt, que es lo único realmente bueno de El regreso de Mary Poppins (Marshall, 2018).
-La relación madre-hija de El proyecto Florida (Baker, 2017).
-Un contrapicado diríase fordiano con Tom Hanks colocando un pie sobre la mesa. Una toma de conjunto de en el que un grupo de hombres serios y encorbatados rodean a Meryl Streep, cual si estuvieran en un cuadro de Velázquez. En The Post: Los oscuros secretos del Pentágono (Spielberg, 2017), por supuesto.
-La música de Giorgio Giampà, uno de los más inquietantes protagonistas de Tiempo compartido (Hoffman, 2018). Y la fragilidad de Cassandra Ciangherotti. Y Andrés Almeida, perfectamente detestable con su irritante “compache”. Y la transformación física de Miguel Rodarte en la actuación de su vida. Y esa secuencia de créditos finales, carajo. Tiempo compartido debió haber sido la película mexicana del año… pero se atravesó por la derecha y rebasando en el último momento, Roma. Igual, Tiempo compartido es uno de los grandes filmes nacionales de la década.
-Y a propósito de Roma (Cuarón, 2018). La naturalidad de Yalizta Aparicio. Los paneos devastadores a la Mizoguchi. La escena de la playa, por supuesto. La selección musical. El manejo del sonido (el afilador, el camotero, la banda militar...). Y la última línea que se dice en el filme, que encierra las irresolubles contradicciones representadas en la mejor película que ha dirigido Alfonso Cuarón en México. Ah, y el pinche Borras saltarín y cagón.
-La provocación que está contenida en la mera idea –¡y en su directa ejecución!- de Vivir y otras ficciones (Sol, 2016).
-La serenidad desafiante de Eugenia Chaverri en Violeta al fin (Hidalgo, 2017).
-La reunión de gigantes en Handia (Arregui y Garaño, 2017). El único momento en el que esta correcta cinta-de-papá coquetea con algo mejor. O diferente, por lo menos.
-El sentimiento creciente de encabronamiento que provoca Hasta los dientes (Arnaut, 2018), el documental mexicano del año.
-La escena del happening de The Square: la farsa del arte (Ostlund, 2017).
-El tranquilo desenlace casi anticlimático de Alanis (Berneri, 2017).
-La secuencia inicial de Ok, está bien (Sandoval Torres, 2018), uno de los mejores íncipits fílmicos del año. Y Roberto Andrade Cerón, por supuesto, más patético, neurótico e inseguro que cualquier protagonista alleniano.
-La refrescante posición políticamente incorrecta de Un filósofo en la arena (Fernández y Muñoz, 2017) a través de la lucidez y el humor del protagonista de este documental, el filósofo Francis Wolff.
-Dolores Fonzi en Restos de viento (Montemayor, 2018).
-Cierta imagen homoerótica de risa loca –y que involucra una manguera chorreante- en Cuernavaca (Andrade Pease, 2017).
-La escena inicial de La maldición de Thelma (Trier, 2017), otro de los grandes íncipits del año.
-La fluidez narrativa y visual que evita que uno despegue los ojos de la pantalla en Ready Player One: Comienza el juego (Spielberg, 2018). Increíble que la más vital película de 2018 la haya dirigido un venerable septuagenario. Bueno, no es increíble: es Spielberg.
-Otro íncipit del año: el de Un lugar en silencio (Krasinski, 2018). Ah, y su desenlace, que es como una suerte de prólogo para una secuela que, esperemos, no se realice nunca.
-Un correoso John Hawkes, la amistad hawksiana entre Robert Forster y Clifton Collins Jr., y ese rolón que es "Good Time", de Eric Burdon, sonando en Small Town Crime (Hermanos Helms, 2017).
-La simpática ñoñería gay de Yo soy Simón (Berlanti, 2018). Bueno, la comunidad gay tiene derecho a ser cursi, ¿no?
-La desesperanza casi polanskiana en el desenlace de Crimen en El Cairo (Saleh, 2017).
-La escena en la que Joaquin Phoenix comparte los últimos momentos de la vida de un matón en Nadie estará a salvo (Ramsay, 2017).
-Hilarante Hugh Grant en Paddington 2 (King, 2017). Y de igual manera, el mismo Grant en la teleserie británica A Very English Scandal (Frears, 2018). Por supuesto, doble contra sencillo que pasará desapercibido en esta temporada de premios: no interpreta a ningún discapacitado físico ni mental ni protagoniza una película “seria”.
-Matthew Rhys bailando al ritmo de "Drivin’ My Life Away", de Eddie Rabbit, en el episodio cuatro de la sexta y última temporada de The Americans, la teleserie del año y de muchos años. Una escena que concentra la contradicción íntima del personaje: fingiendo ser diferente, ha llegado a ser diferente... ¿O no?
-David Haig en solo tres episodios, los mejores, de la teleserie Killing Eve (2018), que tuvo inicio de caballo de carreras y final de burrito sabanero.
-Natasha Cubría como la chamaca poseída de El habitante (Amoedo, 2018).
-Milly Shapiro en El legado del diablo (Aster, 2018). Y ese desquiciante final, por supuesto.
-Harry Dean Stanton cantando “Volver, volver” en Lucky (Carroll Lynch, 2017). Y todo el resto de la banda sonora, de una vez.
-El torcido cortito freudiano Bao (Shi, 2018), que acompañó el estreno de Los increíbles 2 (Bird, 2018), del cual debo confesar que recuerdo poco. ¡Miento!: ¡el duelo de Jack-Jack vs. el Mapache, la pelea del año!
-Cassandra Ciangherotti, perfectamente desgarbada en El club de los insomnes (Giordiano y Goyri Jr., 2018).
-Orson Welles encarnado por John Huston y Orson Welles como él mismo –es decir, arrogante, autodestructivo, cabrón, talentoso, genial- en El otro lado del viento (Welles, 2018) y Me amarán cuando esté muerto (Neville, 2018), el perfecto programa doble wellesiano del año.
-La irracionalidad comunitaria rescatada en la festiva Los truenos de San Juan (Maza Stern, 2017), uno de los documentales mexicanos del año.
-La vuelta de tuerca narrativa del final, perfecta, en El autor (Cuenca, 2017).
-El enfermizo duelo de voluntades que es, al mismo tiempo, una sublime historia de amor fou. El hilo fantasma (Anderson, 2017), una de las películas del año. Y el cuello de Vicky Krieps.
-Cuando descubrimos quién fue el ladrón en Robar a Rodin (Valenzuela, 2017). Con perdón de Gael, este caco verdadero es mucho más interesante que los ladrones de Museo (Ruizpalacios, 2018). Y, de hecho, el documental chileno es mejor, también, que la película mexicana. Con la pena, pero ni modo.
-El retrato de la extrovertida cultura gitana en la historia de amor lésbico y juvenil Carmen y Lola (Echevarría, 2018).
-El rostro de Karine Teles en el final de Loveling: Amor de madre (Pizzi, 2018), una transformación digna de la Mia Farrow de La rosa púrpura del Cairo (Allen, 1985). De las actuaciones del año.
-La pelea en el baño blanquísimo e impecable en Misión: Imposible-Repercusión (McQuarrie, 2018). ¡Loor a Tom Cruise!
-La conmovedora timidez de Bill Nighy en De libros, amores y otros males (Coixet, 2017).
-Las desternillantes digresiones visuales/musicales de esa dispareja neotelenovela que fue La casa de las flores (Caro, 2018).
-El final en puntos suspensivos de Buenas maneras (Dultra y Rojas, 2017), el auténtico OCNI (Objeto Cinematográfico No Identificado) del 2018.
-Steve Buscemi en Apóyate en mí (Haigh, 2017). Y Charlie Plummer, por supuesto, que está destinado al estrellato. Porque buen actor ya lo es.
-Alessando Nivola, quietamente robándose cada escena en la que aparece, en Desobediencia (Lelio, 2017).
-La forma en la que muere Stalin en, precisamente, La muerte de Stalin (Ianucci, 2017). Y Steve Buscemi, de nuevo.
-El desenlace de raigambre fordiano de Western: la ley del más fuerte (Grisebach, 2017).
-La banda sonora de Un pequeño favor (Feig, 2018). Y ese monstruo fílmico que es Blake Lively. Y el timing cómico intachable de Anna Kendrick.
-“The Shallow”, interpretado por Bradley Cooper y Lady Gaga. Y ella, cantando “La vie en rose”. Por supuesto, en la enésima versión de Nace una estrella (Cooper, 2018).
-El episodio siete de Castle Rock (2018) -teleserie producida por Hulu y derivada del universo literario/fílmico de Stephen King-, protagonizado por una extraordinaria Sissy Spacek perdida en los meandros de su memoria. Una de las mejores piezas de edición que vi en el año.
-El desenlace que dinamita todos los clichés genéricos de la fórmula de El vengador anónimo (Winner, 1974) en Tu hijo (Vivas, 2018), una de las sorpresas del año.
-Chloë Grace Moretz bailando “What’s Up”, de 4 Non Blondes, en esa ñoñez indie típica de Sundance The Miseducation de Cameron Post (Arkhavan 2018).
-La desesperante pasividad de Marcello Fonte en Dogman (Garrone, 2018).
-El manejo del encuadre, el uso del sonido, el rostro de Jakob Cedergren en Den skyldige (Möller, 2018). ¿Quién dice que no se puede hacer una buena película con un personaje encerrado en cuatro paredes?
-Halldóra Geirhardsdóttir, en papel doble, en Kona fer í strío (Erlingsson, 2018). Pero, ya en serio, ¿qué tenían con ese pobre turista mochilero sudamericano?
-El humor satírico-animalesco en el corto animado canadiense Animal Behavior (Snowden y Fine, 2018).
-El rostro aterrado del chamaco Thomas Gioria frente a su monstruoso padre Denis Ménochet en el acezante thriller familiar Por un hijo (Legrand, 2017).
-El desenlace, a ritmo de “Extreme”, de Les tambours du Bronx, de la teleserie Un extraño enemigo (Ripstein, 2018), el mejor thriller político nacional desde La sombra del caudillo (Bracho, 1960).
-“Flor de capomo” sonando en un momento clave del documental mexicano Titixe (Hernández Velasco, 2018).
-El uso de los encuadres especulares y el rescate de Imelda Miller (“Y volveré”) en Rencor tatuado (2018), la mejor película en años de Julián Hernández.
-El rapport padre-hija entre Nick Offerman y Kiersey Clemons en Sonidos del corazón (Haley, 2018). Y la reaparición de un muy cool Ted Danson, claro está.
-Claire Foy, exasperada, a veces histérica, siempre atenta, en El primer hombre en la Luna (Chazelle, 2018).
-Adam Driver cantando como Eddie Cantor en ese desastre que es El hombre que mató a Don Quijote (Gilliam, 2018).
-Los interminables abrazos que duran más de tres minutos en, precisamente, Un abrazo de tres minutos (2018), conmovedor corto documental de Everardo González.
-Los actores secundarios masculinos de Viudas (McQueen, 2018): es decir, Robert Duvall, Brian Tyree Henry, Daniel Kaluuya y Colin Farrell. Bueno, miento, la imponente belleza de Elizabeth Debicki.
-Carey Mulligan, frágil pero cabrona (y cabrona pero frágil) en Wildlife (Dano, 2018).
-La crueldad cósmica que le cae encima a James Franco, el rostro emocionado y expectante de Harry Melling, la tentativa historia de amor entre Zoe Kazan y Bill Heck, el encogimiento de hombros de Saul Rubinek en el último episodio. La balada de Buster Scruggs (2018), ese gran muestrario del cine del oeste y del cine de los Coen.
-La sonrisa luminosa, abierta, de Julia Roberts, usada de una manera muy diferente en la serie televisiva Homecoming (Esmail, 2018). Y Shea Whigham robándose la teleserie completa en su papel de Godínez, grisáceo pero implacable.
-Ethan Hawke echándose un trago de campeones -whiskey con peptobismol- en esa personalísima obra mayor que es First Reformed (Schrader, 2018).
-Jack Black en No te preocupes, no irá lejos (Van Sant, 2018). Si hubiera un Oscar para un actor de cuadro, ya tendríamos un ganador.
-Lali Espósito, todo un enigma, de principio a fin, en Acusada (Tobal, 2018).
-Elsie Fisher, todo un descubrimiento, en Eight Grade (Burnham, 2018). Y Josh Hamilton, como su omnicomprensivo papá soltero.
-Haley Lu Richardson como la siempre alegre y optimista Maci de Support the Girls (Bujalski, 2018).
-Otro rapport padre-hija (ni modo, me proyecto), pero uno muy diferente, entre Thomasin McKenzie y Ben Foster, en Sin rastro (Granik, 2018).
-El golpe emocional que uno recibe después de saber quiénes son en verdad los intérpretes de The Rider (Zhao, 2017). Por eso, mejor vea primero la película y luego cheque quiénes son los actores.
-La vuelta de tuerca que sucede en la última parte de la delirante Sorry to boher you (Riley, 2018).
-El encuadre que se queda solitario en el final de Guerra fría (Pawlikowski, 2018).
-El episodio en el que queda claro que un negro no puede gastar un billete de cien dólares en Estados Unidos. Segunda temporada de Atlanta (2018).
-Las escenas infantiles y familiares de 15:17 Tren a París (Eastwood, 2017). En ellas, aparece el clásico Clint conservador, republicano y, sin contradicción alguna, humanista. Y, por supuesto, las emocionantes escenas del tren.
-Jong-seo Jun baila una danza africana frente a un bostezante Steven Yeun en ese notable thriller a lo Patricia Highsmith que es Beoning (Lee, 2018). De lo mejor del año.
-La voz de Nicolas Cage como el Spider-Man Noir en Spider-Man: un nuevo universo (Persichetti, Ramsey y Rothman, 2018). La despedida de Peter Porker en esta misma cinta animada –y la única razón para que aparezca un puerco-araña, la verdad sea dicha. Ah, y la desternillante escena al final-final de los créditos. Un meme transformado en hilarante gag cinematográfico.
-Y a propósito de Nicolas Cage, ¿cómo olvidarlo en calzones, gritando dentro de un baño, en ese delirio visual que es Mandy (Cosmatos, 2018)? Y, por supuesto, el mismo Cage mirando hacia la cámara con sus clásicos ojos de toro-loco.
-"Una cosa es que un perro se orine en mi pierna y me digan que está lloviendo y otra es que el animal me cague encima y ni siquiera tengan la cortesía de pasarme un anuncio meteorológico": Charles Dance encarnando la quintaesencia de la soberbia británica en The Little Drummer Girl (Park, 2018), una de las mejores series televisivas que vi en el año. Y Michael Shannon, profesional como actor, profesional su personaje. Y, por supuesto, Florence Pugh como la apasionada/apasionante protagonista. Miss Pugh está llamada a ser una estrella. Actriz ya lo es: ¿recuerda Lady Macbeth/Oldroyd/2016)?
-La brizna de esperanza que aparece, cuando ya parecía todo perdido, en el emotivo desenlace de El peral silvestre (Ceylan, 2018).
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