¿Era aquel Madrid de hace varias décadas más elegante que el actual? ¿O era el ojo del fotógrafo Catalá Roca el que lograba vestir aquella ciudad de un halo de donosura a través de su objetivo? Creo que un poco de ambas como se puede intuir en esta preciosa foto de 1954 de Madrid tomada junto a la puerta del Casino Militar, a la altura del número 13.
Aquel Madrid de gabardinas y prendas otoñales se quedó para siempre con un alma de escala de grises, lo que le aporta un cierto toque nostálgico. Me gusta el contraste que vemos sobre el asfalto, aquel autobús de dos pisos, sinónimo entonces de vanguardia y modernidad, apurando la marcha a un coche que parece totalmente desubicado en el tiempo ya que nos parece mucho más antiguo que el contexto que le rodea.
Echo de menos, sin haberla paseado, aquella Gran Vía señorial, de toque cinematográfico. De conversaciones inalteradas, de suelo de adoquines, de niebla y elegantes farolas. Hoy, toda ella es un enorme escaparate, un continuo estímulo diseñado para comprar y vender, antes no tenía aquella obsesión mercantil, ni sabía lo que era un Black Friday ni lo intuía. Era más natural, más ella y me gustaba más así.