Sé lo que quizás muchos estaréis pensando. Que la imagen antigua de esta entrega carece de la espectacularidad de otros recuerdos con los que, habitualmente, os propongo viajar al pasado de Madrid. Sí, estoy de acuerdo con vosotros. Lo que ocurre es que a pesar de ser una de las vías más históricas y famosas de la capital, no suelen haber apenas imágenes antiguas de la Calle Mayor de Madrid. Por eso me he tomado esta licencia, más fundamentada por su valor documental que por el visual o estético.
En esta ocasión nos ubicamos al inicio de la Calle Mayor, casi pegando con la Puerta del Sol. Una perspectiva que nos da una visión general y muy enriquecedora de estos primeros metros de una de las calles más antiguas de la Villa. Ordenando y oteando su primer tramo de vida. A los que tengan más trillada esta calle seguro que les sorprende el enorme edificio que divisamos en primer termino, una notable ausencia en el Madrid actual. ¿Sabrías identificarlo? Se trata del desaparecido Palacio de Oñate, que precisamente dejó de existir en el 1916. Cifra que ya nos da una fecha aproximadamente de la edad de la imagen.
Este palacio databa del siglo XVII y pasó a la historia, entre otras cosas, por ser el lugar a cuyas puertas fue asesinado el Conde de Villamediana. Un ser excéntrico y peculiar como pocos, cuya personalidad le dio unos cuantos quebraderos incluso al Rey y que fue asaltado, y muerto en la puerta de este extinto palacio sin que jamás se detuviera al autor material del mismo ni a la persona que lo planeó. En ese mismo solar, el exquisito Antonio Palacios levantaría un poco más tarde la Casa Palazuelo.
Hechas estas aclaraciones, os invito a disfrutar de esta inusual vista y a sacar todo el jugo posible a cada detalle, todo el que vuestra imaginación os permita. ¿En qué iría pensando esa apuesta señorita, que avanza por la calle, sombrilla en mano? ¿Qué leen aquel par de hombres en ese tablón de anuncios? ¿Colisionarían el carruaje con el tranvía en el transcurso de su carrera? Preguntas y más preguntas, que los testigos de aquel Madrid pudieron responder y que nosotros, como mucho, solo alcanzaremos a soñar.