Si a ras de suelo es posible ver cómo evolucionan y mutan las sociedades, desde las alturas, con una visión más real y completa de nuestras ciudades, es cuando uno puede sentir de verdad cómo se ha ido cambiando el tejido urbano. Hoy os propongo subir a uno de los miradores más exclusivos de Madrid para ver cómo ha cambiado su aspecto.
Al inicio de la calle Atocha se encuentra la Iglesia de la Santa Cruz, llama la atención por varios motivos: por su cuerpo de ladrillo rojo, por su estilo arquitectónico y, sobre todo, por su esbelta torre. De acceso privado al público, hace años tuve la suerte de poder disfrutar de sus vistas y os aseguro que no hay nada igual en todo el corazón de la Villa. Ella ha sido testigo de excepción de los cambios sufridos por Madrid, como observamos en esta foto de 1929.
En primer término podemos ver la Puerta del Sol con el emblemático reloj de la Casa de Correos marcando, puntual, el ritmo y agenda de la ciudad. Estamos a finales de los años veinte del siglo pasado y el techo de la capital lo marcaba el Edificio Telefónica que acababa de ser inaugurado. Entonces, sus 98 metros eran el techo de todo el país y es que, a sus espaldas, nadie se atrevía a discutirle o hacerle la competencia.
Pasaron los años, llegaron otros rascacielos y esta privilegiada vista fue ganando puntos de interés, mientras, sobre el asfalto, los madrileños mantenían el pulso en su día a día, ignorando que sobre sus cabezas Madrid se seguía ofreciendo como un mar infinito de tejados e incógnitas lanzadas al aire.