Un gesto al que siguieron más de dos décadas de trabajos. Un segundo detrás del cual se escribieron miles de sueños. Una fotografía que adelantó la más hermosa pose de Madrid. Hoy los enamorados de esta ciudad vivimos una fecha con un emotivo significado. El 4 de abril no será nunca un día insulso para quienes bebemos los aires por la capital. Esa fecha, en el año 1910, se iniciaron las obras de la Gran Vía.
Fue a media mañana, a eso de las once, cuando la carroza real se aproximó a la hoy vigente Iglesia de San José. A su vera se levantaba una construcción discreta, de una sola altura y sombrero de teja. Era la conocida 'Casa del Cura', denominada así porque en ella vivía el párroco del templo contiguo. Aquel 4 de abril de 1910 aquella gris vivienda amaneció con una plataforma floreada y engalanada a sus pies. Señal de que algo se barruntaba. " Éste es el inicio de mi fin", debió pensar cuando observó descender al Rey Alfonso XIII del carruaje y avanzar hacia ella con paso firme. Los rumores eran ciertos.
Absortos y con un nerviosismo inusitado, los personajes VIP de aquella época se agolpaban en las primeras filas: aristócratas, eminentes banqueros, políticos e incluso miembros de la realeza. A una distancia mayor, la gente del pueblo se arremolinaba y metía el codo para no perder detalle de lo que sucedía en lo alto de aquel estrado de madera.
Tras las palabras y saludos protocolarios pertinentes, el monarca ascendió, acompañado entre otros del Alcalde de Madrid, Francos Rodriguez. Agarró con fuerza la piqueta de plata que le habían entregado y con ella golpeó la fachada de la Casa del Cura. Un impacto seco que voló libre por las calles de la ciudad ante el silencio contenido de los asistentes. Aquel eco ponía fin a décadas de proyectos que quedaron en papel mojado y suponía el despertar europeo de Madrid. Un anhelo urbanístico del que los madrileños se sentirían orgullosos por y para siempre. La Gran Vía acababa de emitir su primer bostezo.
Tras aquel sonoro piquetazo la muchedumbre se fue diluyendo y dio paso a los verdaderos artífices de este coloso. Una cuadrilla compuesta por 16 obreros que empezaron a trabajar y a montar sus andamios. Ellos fueron los primeros en llegar, quienes abrieron la senda de 21 años de trabajos. Obras que arrasaron con más de 300 casas y que modificaron 22 calles.
Hoy no entendemos Madrid sin la Gran Vía, su mayor emblema urbano, por cuyas aceras de todo se ha visto y vivido. Mucho más que una calle, casi una compañera de viaje, una amiga a la que relatar tus confidencias, con la que brindar por las buenas noticias. Ella está de aniversario y todos los que le apreciamos nos alegramos de verla soplar velas. Una vida llena de pasiones, alegrías pero también desencantos y que se inició justamente en este preciso momento. ¡FELICIDADES!