Con la fotografía de este martes nos trasportamos al Madrid de las corralas, a ese Madrid humilde, de gente trabajadora que sufre una las primeras especulaciones que se hacen con el suelo de la ciudad. Hoy nos permitimos el lujo de adentrarnos en la cotidianeidad de unas vidas anónimas.
Las corralas fueron un tipo de construcción típicamente madrileña de la que aún gozamos buenos ejemplos en la actualidad, sobre todo en Lavapiés y La Latina. Este tipo de vivienda, que gira en torno a un patio central donde los vecinos hacían una vida ‘común’, se extiende durante los Siglos XVI y XVII cuando, tras el traslado de la Corte a Madrid, la ciudad comienza a recibir habitantes de modo desmesurado.
La siguiente oleada migratoria que sufre Madrid se produce en el Siglo XIX cuando mucha gente comienza a abandonar el campo en busca de un futuro mejor en la gran ciudad. Las familias comienzan a hacinarse en las corralas, en viviendas de no más de 25 metros cuadrados que compartían retrete para todo el bloque. La vida en este tipo de viviendas fue fielmente reflejada por Benito Pérez Galdós en Fortunata y Jacinta.
Lo cierto es que la foto de hoy, tomada durante la década de los 40 en la Calle Mesón de Paredes, nos transporta a esa vida casi comunal, donde la intimidad era un bien escaso y donde la banda sonora del día a día eran los juegos y gritos de los niños acompañados de las conversaciones entre vecinos. Todo aquel jaleo y esa avalancha de quehaceres que se puede intuir en la foto parecen rotos, por un instante, para la toma de la foto.
Por unos segundos las mujeres abandonaron sus labores del hogar y los niños interrumpieron sus juegos para quedar inmortalizados entre coladas y tendederos. Seguro que instantes después, el flujo de la vida y la febril actividad volvieron a adueñarse de la escena.
Si quieres recibir automáticamente todas las actualizaciones de Secretos de Madrid, subscríbete a mi RSS« Post Anterior
Fotos antiguas: Los contrastes de la Gran Vía