Viajamos otra vez a ese Madrid lleno de nostalgia e instantes cotidianos anclados en negativo y lo hacemos con una de las imágenes más refrescantes que he podido encontrar. De la mano de un genio de la fotografía como Francesc Catalá-Roca damos un trago lleno de historia.
Madrid, años cincuenta. El Palacio de las Telecomunicaciones, desconocedor de que terminaría siendo sede del Ayuntamiento de la ciudad, observa implacable el curioso vínculo que se establece entre un joven mozalbete y un tipo de mediana edad. Todo bajo un sol abrasador que parece castigar a todos por igual, sin hacer distinciones sociales.
Eran otras épocas, en las que no había máquinas de refrescos cada pocos metros y en donde la forma más efectiva y extendida de saciar la sed era con un buen trago de agua. Por ello, el niño aguardaba con su botijo, seguramente bajo la sombra de un árbol, a que algún sediento peatón se acercase y le pidiese un refrescante sorbo a cambio de una módica cantidad.
Me encanta admirar como el chico observa a su recién llegado cliente en plena acción, intentando controlar con la mirada que no bebas más de la cuenta y que, por supuesto, no derrame ni una gota de tan preciado liquido. Una pena que ya no sea posible contemplar escenas así en la ciudad. Lo único que parece que se repite es el asfixiante calor que azota Madrid, año tras año, por estas mismas fechas.
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