Revista Opinión
La Banca March es considerada como uno de los negocios bancarios más sólidos del mundo.
¿Qué sería de mis blogs sin Futbolín y Bateman? Una serie más o menos acertada de comentarios generales que nunca provocaría, ni mucho menos, el interés que promueve esa cotidiana y completísima información sobre la realidad economicofinanciera y politica que ellos aportan. Quiero hacer constancia, aquí y ahora, de que no soy inconsciente ni mucho menos de su enorme y valioso trabajo.
Y yo sigo con lo mío.
Habíamos llegado ya a ese estadio del análisis del poder que aquí, en España, se concreta en los March y en el que hasta ahora parecía su hombre clave, Florentino Pérez.
Según me informan mis queridos amigos, se ha producido una ruptura de la relación existente entre los March y el que hasta ahora parecía su testaferro, Florentino.
Hace ya siglos que yo echaba de menos esta ruptura.
Si el poder auténtico tiende por su propia esencia al más completo de los anonimatos, a los March no podía agradarles ni mucho menos la conducta de Florentino.
Florentino es lo que en algunos cenáculos suele denominarse un arribista.
Al principio de su meteórica carrera, sólo fue el hombre elegido por los March para que diera la cara por ellos, pero un tipo tan ambicioso como él no se ha resignado a esta mera función instrumental, de modo que, desde el primer momento, no sólo se limitó a administrar el patrimonio empresarial de estos señores, sino que, además, participó también patrimonialmente en él invirtiendo todo lo que ganaba.
De manera que, hoy, es junto a los March y algún otro, uno de los mayores propietarios del grupo ACS.
Pero Florentino, además de un arribista, es un soberbio. Yo lo he llamado por ahí, un fantoche lusitano. A diferencia de los que saben cuál es realmente una de las característica esenciales del auténtico poder, él quiere figurar y ¿dónde podría él figurar más que en la presidencia del Real Madrid, RM?
Creo que fue el inefable Ramón Mendoza, uno de sus predecesores en la presidencia del RM, el que dijo aquella medioverdad de que era mucho más importante ser presidente realmadridista que del Gobierno.
Digo que es una medioverdad porque yo, siguiendo al pie de la letra la doctrina de Bill Sankley, creo que es mucho más importante ser presidente del RM que del Gobierno. A las pruebas me remito:
A) a Florentino lo conoce todo el mundo, a Rajoy, no;
B) por Florentino están dispuestos a dar su vida un gran número de sus seguidores porque está intentando que el RM vuelva a ser el club de fútbol más importante del mundo, lo que es absolutamente decisivo para todos esos millones de mentecaptos, para los que ese conjunto de mercenarios, cada uno de su padre y de su madre que, hoy, juegan bajo la protección de su escudo pero que, mañana, a lo peor, lo hacen bajo el de su más acérrimo enemigo, caso Luis Enrique, por ejemplo, es lo único que hay en sus tristes vidas que merece la pena, aquella unidad de destino en lo universal de que hablaba aquel prototipo fascista que fue José Antonio, porque es el ideario joseantoniano el que se halla en el fondo del madridismo y, si no, que se lo pregunten a Sergio Ramos o a ese jerarca de la prensa interior madridista, el tal Pedro Duarte, que dijo que a los rojos sindicalistas había que pasarlos a cuchillo, a todos, ya y que luego el nieto del Rey fuera a poner una bomba en sus domicilios para que no quedase ni rastro.
Para los March y adláteres, el ruido y la furia, en medio de los cuales vive Florentino como pez en el agua, es no sólo profundamente desagradable sino también esencialmente contraproducente.
Piensan que el declive del imperio ACS ha comenzado no sólo por el ciclo económico en sí mismo, sino por la equivocada política de Florentino que, como todo egotista, piensa que lo importante es que hablen de uno, aunque sea mal.
Este abierto desafío a todos los poderes divinos y humanos no ha sido del agrado de sus mentores, que se lo hicieron saber hace tiempo, motivando su dimisión de la presidencia del RM, pero Florentino que, en el fondo, es como un niño perverso, pero como un niño, al fin, no ha podido seguir viviendo sin su droga y ésta no es otra que la de la popularidad y ese culto de latría que rinde a las grandes figuras del balompié, que seguramente es lo que a él le hubiera gustado realmente ser, no hay más que ver el arrobo con el que mira a sus jugadores predilectos.
Pero no sólo es amor lo que le une indisolublemente al RM, ha comprobado que éste es quizá la fuente más absoluta de poder irracional de una sociedad como la nuestra actual, en la que la popularidad, la puñetera fama, es el opio irresistible para todos los mediocres. De modo que nunca se volverá a bajar el burro aunque su permanencia en él supusiera su ruina.
Que los March le hayan hecho saber que no puede contar con ellos si sigue compartiendo los negocios con el RM, pues, muy bien, que se vayan los March y adláteres cogidos de la mano adonde quieran, que él va a seguir, como hiciera su modelo, Bernabeu, dirigiendo los destinos del mejor club de fútbol del siglo XX hasta que se muera.