Revista Cine

Foxcatcher

Publicado el 05 marzo 2015 por Heitor

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Hay gente que da mal rollo sin saber muy bien por qué. Parecen tipos normales, educados, cabales. Hacen bromas, ríen las tuyas, se paran cuando te cruzas con ellos por la calle para hablar durante dos minutos de banalidades, ayudan a las viejecitas a subir la compra o a los ciegos a cruzar la calle. En fin, se mimetizan con la sociedad bastante bien pero, cuando les miras puedes ver, allí, al fondo de las pupilas, un destello de locura. Quizá no sea más que el reflejo de una farola cercana, pero tu sexto sentido se eriza y, de forma inconsciente, retrocedes un paso. Algo te dice que debajo de las apariencias podría existir un Dexter o un Charles Manson. Quizá te equivoques, pero vives con ello y pones distancia.

A no ser que seas otra especie de humano que también se puede encontrar en la sociedad. Personas que viven en un mundo gris, triste y rutinario hasta que alguien a quien creen importante, se fija en ellos. Tú eres el elegido, amigo mío, estás destinado a grandes hazañas y las lograrás bajo mi tutela. Este individuo, a menudo retraído y manipulable, posee este sexto sentido primigenio y necesario para la supervivencia, escondido bajo capas y capas de admiración y agradecimiento. Cuando quiere advertir el peligro, muchas veces es demasiado tarde.

¿Qué pasa cuando dos personalidades de esas características se unen? En este caso, pasa una de las películas que más nervioso me ha mantenido, en los últimos tiempos, sobre una butaca que soportaba mi constante cambio de postura, gracias al portentoso trabajo de tres actores que se atreven a afrontar personajes muy alejados de sus respectivas zonas de confort.

Un Mark Ruffalo con un físico trabajado para hacer creíble a un medallista olímpico de lucha grecorromana, un Chaning Tatum que transforma semblante y andares para personificar al hermano del primero, también medallista pero algo dependiente de él y con una sombra demasiada pesada para una personalidad, digamos, simple y, sobre todo, un Steve Carrell con una caracterización raruna que se mimetiza con una personalidad compleja, enferma y provocadora de un rechazo absoluto. En esa mirada acuosa, podemos distinguir aquella lucecilla peligrosa de la que hablábamos que nos enfoca y nos agrede todo el rato, mientras nos preguntamos, angustiados, por qué el personaje de Tatum no es capaz de verla.

La historia narrada en la peli nos cuenta uno de esos sonados episodios dramáticos ocurridos en los Usamérica que, por aquí, a no ser que seamos seguidores incondicionales de este deporte minoritario, ni nos suenan. Y mucho mejor, porque acompañar al protagonista en esta espiral insana mientras miramos de reojo al repelente mecenas que le acompaña sin saber cómo va a acabar el desaguisado, es un regalo para los sentidos cinematográficos y un castigo para los nervios.

Claro, sabiendo esto, tenemos que distinguir también entre dos clases de público. Los que sienten que el cine debe provocar sensaciones, sin importar cuales y que se sienten satisfechos con alegría, terror, angustia, tristeza, desasosiego o desesperanza, disfrutarán con “Foxcatcher”. Sin embargo, aquellos que se toman la actividad cinematográfica como una forma de evasión que debe provocar tan solo sensaciones placenteras, entonces quizás deban plantearse otra elección.

Como por ejemplo “Kingsman: Secret service”, una delicia repleta de acción y parodia de la que hablaré en el próximo capítulo.

Cómo hilo, señor, cómo hilo.


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