Los Kirchner gastaron una fortuna en medios de comunicación pero el resultado luce precario: ni sus propios militantes siguen mirando, escuchando y leyendo al gran multimedios K. Ahí es donde aparece la precariedad ineludible del 'relato'. En lugar de preocuparse por la gestión y la conducción política gubernamental, aún hoy día la Presidenta de la Nación intenta corregir titulares, responder copetes, cuestionar epígrafes, refutar volantas. De tanto meterse en un terreno que no le es propio, el kirchnerismo quedó atrapado en una lógica ajena en la que no le sirven de nada su control de los inútiles medios (y periodistas) oficialistas.
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"(...) Entonces, tal como a la tevé oficialista rentada ya no la ven ni siquiera los kirchneristas, para seguir el combate el gobierno apela a figuras más populares como Rial o Ventura sólo porque se oponen a Tinelli o Lanata y sirven para defender a Lázaro Báez y sus secuaces, con lo que logran quedar ubicados en el lado que menos les conviene en la batalla televisiva. Porque a mediáticos como Rial o Ventura la gente los ve pero no les cree nada en absoluto. Sólo les atrae que transformen los chismes de los famosos en material de entretenimiento, pero no son formadores de opinión. (...)".
por CARLOS SALVADOR LA ROSA
CIUDAD DE MENDOZA (
Los Andes). Si previo a los K la política ya era muy dependiente de lo mediático, ahora la única política es lo mediático, algo que de una manera u otra ocurre en todas partes del mundo pero que por estos pagos alcanza un nivel tal que se ha vuelto incontrolable, inmanejable. Esta anomalía tiene que ver con la política de medios que el kirchnerismo intentó imponer a sangre y fuego desde 2008, cuando
le salió el tiro por la culata logrando exactamente lo contrario de todo lo que se propuso. Pero hagamos un poco de historia.
Farándula
Si bien el actual gobierno tiene cientos de periodistas propios, no ha logrado que ninguno pueda medir un céntimo de rating, tanto los que inventó como los que cooptó, mucho peor estos últimos que si antes de hacerse K tenían algún valor propio, al oficializarse directamente lo perdieron.
No pasó lo mismo con Carlos Menem que tuvo periodistas que le sirvieron a sus propósitos porque aun haciéndose oficialistas, mantuvieron altos niveles de popularidad.
El caso paradigmático fue el de
Bernardo Neustadt, tanto o más importante que Menem o Cavallo para hacer tolerable a la sociedad la política de privatizaciones a destajo.
Es que a diferencia de los Kirchner,
Menem no llamó a los mediáticos a su seno, sino que él fue al seno de los mediáticos. No quiso hacerlos como él, sino
él hacerse como ellos.
Mezcló política con espectáculo y farándula como nunca antes, eliminando toda límite entre ambas cosas, pero el riojano no quiso comprar o apropiarse de Tinelli o de Maradona haciéndolos
menemistas sino más simplemente
ser como ellos, fusionarse con ellos, hablar y actuar como ellos, llegando Menem a ser más mediático que político, más televisivo que real. Más que comprar famosos, negociaba con ellos.
Mediáticos
Cuando el poder de Carlos Menem se fue apagando, una
troupe de tenebrosas criaturas mediáticas surgidas a su calor quedaron fuera de control, lo que alcanzaría su pico de delirio durante el surrealista gobierno de
Fernando de la Rúa. Vedettes, timberos, bizarros, exhibicionistas, incontables desahuciados como
los hermanos Silvia y Guido Suller pululaban por las pantallas con su menemismo sin Menem a cuestas habiéndose tomado en serio eso de la frivolización de la política, tanto que luego del estallido de 2001 hasta quisieron formar un partido de mediáticos para tomar el poder.
Un documento imprescindible para entender cómo se desarrolló ese fenómeno fue el programa
TVR (Televisión Registrada), de Diego Gvirtz, que, de un modo objetivo y entretenido, se burlaba de los excesos y locuras de tales personajes.
Gran Hermano
Con el tiempo fueron quedando los mediáticos más exitosos: desde el eterno
Tinelli hasta tipos que fueron creciendo por su
amoral audacia como
Jorge Rial, mientras que el resto de los mediáticos se perdió en el olvido del que eran rescatados de tanto en tanto para burlarse de su patetismo ahora decadente.
En remplazo, un nuevo fenómeno fue surgiendo con los
Gran Hermano y los otros
reality shows. La gente común, los que hasta entonces sólo eran el público al que se dirigía la tevé, comenzaron a introducirse en ella como protagonistas.Vidas anónimas, grises, del montón, eran exhibidas con impudor tratando de mostrar sus miserias para ganar rating.