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Fragmento #40

Publicado el 13 mayo 2014 por Hojasdealisio @HojasdeAlisio
Fragmento #40
—Estoy aquí —oyó que decía alguien con suavidad, mientras la acariciaba—. Ya ha pasado.
Brianda abrió los ojos lentamente. Había pasado, pero ella sabía que sus pesadillas volverían. ¿Qué demonios le estaba sucediendo? En los últimos meses, la frecuencia de esas peleas con las sombras nocturnas había aumentado considerablemente.
Y esas escenas siempre terminaban en llanto. Parpadeó varias veces para acostumbrar la vista a la luz y despejar las lágrimas. Enseguida comenzó a ser consciente de suentorno, pero se mantuvo aferrada en ademán de silenciosa súplica a los brazos que la rodeaban. El corazón le latía tan deprisa que le dolía el pecho y sentía el cuerpo pegajoso por el sudor.
—Esteban... —Su voz sonó ronca. Quiso añadir algo más, pero no supo qué decirle. Nadie, ni siquiera él, podría ayudarle, porque no sabía a qué temer.
—Tranquila, cariño... —Esteban esperó en silencio unos segundos a que la mirada ausente de ella desapareciera del todo y regresara la expresión conocida. Entonces se incorporó, apoyó la espalda contra el cabecero y la atrajo hacia su pecho—. ¿Estás mejor?
Brianda asintió, acompañando el gesto con una leve sonrisa con la que pretendía tranquilizar a Esteban, pero se sentía inquieta. Reconocía que él estaba teniendo con ella mucha paciencia; tal vez demasiada. En todo ese tiempo no había mostrado ningún indicio de rechazo o hartazgo. Ni siquiera había exteriorizado una simple recriminación. Se preguntó si ella actuaría con tanta tranquilidad si fuera al revés;si Esteban la despertara a cualquier hora hecho un manojo de nervios.
Se incorporó y se sentó al borde de la cama. Le dolía la cabeza. El dolor de cabeza se estaba convirtiendo en una constante en su vida.
—No sé qué me pasa... —dijo en un susurro. No podía descansar ni de día ni de noche. Se llevó una mano a la garganta. La sentía áspera, como su espíritu.
—Seguro que es por la reunión de hoy. —Esteban le dio unos golpecitos en la mano—. En unas horas habrá terminado. —Miró el despertador. Eran las siete—. Yo me levanto ya. Me espera un día duro.
Caminó hacia el cuarto de baño. Brianda se giró, acomodó un cojín sobre la almohada y volvió a recostarse. En su cabeza todavía resonaba una incompleta expresión en latín cuyo significado no comprendía. Cerró los ojos y visualizó imágenes y sensaciones sueltas, una mujer, un caballo, agua, algo viscoso entre los dedos... No tuvo que esforzarse mucho en recordarlas porque eran las mismas de otras veces. Sabía que era difícil que un sueño se repitiera con frecuencia. A ella no le había sucedido nunca hasta hacía un par de meses. Había intentado encontrar una explicación lógica, pero no era una experta en psicoanálisis. Tal vez su mente la estuviera advirtiendo de algo, pero ella no tenía ni idea ni de qué ni de por qué. Por más vueltas que le había dado al tema, había terminado por admitir que su única preocupación provenía del trabajo, el cual se estaba resintiendo por culpa de la falta de sueño. Todo lo demás estaba en orden.
—Perfecta para un abogado cuarentón... —comentó ella obligándose a sonreír.
—¡Oye! ¡Todavía me falta un poco para eso! —Cogió los zapatos fingiendo sentirse ofendido—. ¡Y tú vas detrás! —Se sentó a los pies de la cama para calzarse y al cabo de unos segundos preguntó, recuperando el tono cariñoso—: ¿Estás preparada para el gran día?
Brianda asintió sin mucho entusiasmo. Después de semanas de intenso trabajo, en unas horas estaría explicando el nuevo proyecto ante la comisión gestora del hospital. Había mucho dinero en juego. Si convencía a los miembros, su empresa conseguiría un suculento contrato y ella, tal vez, un ascenso. Sin embargo, a pesar de su experiencia, se sentía nerviosa. Ese día más que nunca todo tenía que ir bien. Esteban no lo sabía, no se había atrevido a contárselo, pero otro desliz como el de la semana anterior, y su reputación en la empresa caería en picado.
Esteban la observó unos instantes y ella reconoció en su mirada lo que tantas veces él le había repetido. Le encantaba la expresión despistada de Brianda cuando se despertaba. A él no le costaba nada madrugar, pero para ella cadamañana suponía una pelea contra el sueño. Su expresión adormilada, las mejillas sonrosadas y la media melena oscura despeinada le daban un aire de cautivador desaliño. Se preguntó si se percataría ahora del velo de preocupación que seguramente empañaba sus ojos oscuros.

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