Revista Cultura y Ocio

Fragmento de Martín y María Eugenia

Por Natali Yager

El baile de mi alma que se quedó ansiosa de la danza más bonita de todas las comarcas.

aunque vos de alguna manera sabés que ahí existe un pedazo de la magia del árbol que te contó un sueño la primera vez

– no llores. Enfrentame, mantenete mirándome. Continuá sin pensar, no pienses, no vuelvas la mirada ni siquiera con la intención.

Mientras pensaba se iban desatando los nudos de la misma época, eso formaba parte del siempre mismo efecto de los astros en sus hombros. Sin pensar, la única manera de avanzar. Mantente mirándome y continuá el sendero sin volver ni siquiera con la intención.

-sabías que iba a venir

– si, sabía.

Sonrisa de medios labios en inclinación desde el cuello. – y parece traer nada el largo viaje, pero sin embargo lo siento más cerca que a todo lo demás.

inhalamos. Cinco respiraciones profundas. Caen los papeles picados que una vez corté. Yo sólo quería descansar.

empieza el otro mundo en el que ya no estoy, ¿y ahora? No mirar, detenerme. No dejar afectarme. Seguir buscando en lo eterno, mi casa, mi soy. No llorar mi pérdida y recordar la canción.

– viste que no te diste cuenta que entramos acá, no te fijaste en nada casi.

Y Martín se despierta y siente frío, y ve la silla en la que está sentado y cree que escucha un suspiro de dolor que lo envuelve. Pero no, no estás loco

-Martín…

-si, ya voy. (y otra vez se empieza a dormir)

otra vez un suspiro mayor que lo abarca y el se planta en su desborde. “y decirte todo, y decirte nada” se encuentra pensando cuando ve la silla en la que está sentado y vuelve a reconocer esa postura y el frío helado en la nuca.


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