-Bien, tenemos dos opciones. Por un lado, atacar Granada. Por el otro, enviar una delegación. ¿No está aquí mi astrólogo?¡Muéstranos la sabiduría de las estrellas!
El interpelado se levantó y, tras salir al jardín, regresó poco después.
-Mi señor, no he realizado un estudio profundo del cielo, tal como se requeriría para la ocasión. Pero los signos son innegables...
La voz había ido bajando hasta convertirse en un simple susurro que no hubiera servido ni para apagar la llama de una vela. Cuanl al-Mutadid se fijó en él, el hombre parecía temblar. Se incoporó a medias en los cojines, interesado por la perturbación del astrólogo. Ante la brusquedad del movimiento, la danzarina se detuvo. El hadjib se volvió hacia ella y sonriéndole con afecto volvió a acercar la cabeza de la mujer hacia su ingle mientras la animaba a continuar. Cuando se aseguró de que lo hacía, volvió a prestar atención al astrólogo.
-Nunca has mostrado miedo en tus predicciones, Hasán. ¿Qúe te detiene esta noche? ¿Acaso no estás seguro de tus augurios?
-Lo que tenga que ser será, mi señor, tal como dijo el profeta. Pero temo que la predicción que tengo esta noche no será muy de tu agrado.
-Adelante, habla. Estoy demasiado bebido, y demasiado feliz, como para hacerte ningún daño -respondió entre suspiros.
El hombrecillo tomó aire y, con voz entrecortada, lanzó su augurio casi sin detenerse.
-Lo que tenga que ser será, sí. Pero a veces, Allah tiene a bien mostrarnos lo que puede ocurrir en el futuro. Lo que he visto esta noche, hadjib, es que tu estirpe será destruida por aquellos que hayan nacido lejos de al-Andalus, al igual que tu padre murió a manos de esa misma raza. Así, el final de tu linaje será igual que el inicio.