Os recomiendo vivamente leer todo el libro, no conformaros con estos meros fragmentos, que ellos sólo os sirvan de aperitivo. Sin llegar a ser tan misántropos como Schopenhauer, sin despreciar tanto la vida en sociedad como él lo hacía, aprendamos de él la necesidad de salvaguardar para nosotros mismos tiempo en soledad, para pensar, para leer, para ser, para conocernos a nosotros mismos. Éste es el mensaje principal, valiosísimo, de este libro.
Desear tan poco y conocer tanto como sea posible ha sido la máxima principal que ha guiado mi existencia.
Puesto que los hombres que me rodean no suelen transmitirme nada, los logros y pensamientos legados por seres parecidos a mí que se desenvolvieron en otras épocas [...] suelen constituir mi mayor dicha en esta vida. Su letra muerta me es más entrañable que la presencia viva de los bípedos.
Cuando en ocasiones me he sentido desdichado, ello se ha debido a una méprise, un malentendido respecto de la personalidad; me he considerado, en efecto, como alguien que no soy, y he lamentado su desgracia.
Uno puede lograr por medio de la cortesía y la amabilidad que incluso personas tercas y hostiles se vuelvan flexibles y favorables.
La sociedad constriñe mi espíritu y la soledad lo ensancha.
Es una rara y enorme suerte disponer de cualidades suficientes en la propia persona como para no tener que acudir [...] a la compañía de los otros.
Si no se quiere ser el juguete de un chiquillo o el hazmerreír de cualquier necio, la primera máxima es: ¡sé reservado!
No hemos de derivar nuestro concepto de nosotros mismos de la forma como los demás se comportan con nosotros; que esto nos sirva, más bien, para conocerlos a ellos.
La diferencia radical entre quienes son como yo y el resto de la gente se basa sobre todo en que los primeros sienten una necesidad urgente que los segundos desconocen y que podría incluso perjudicarlos si la llegasen a satisfacer: la de disponer de ocio para pensar y estudiar.
Retrato de Arthur Schopenhauer (1788-1860)