Ella lo toma de la mano. La mano de la chica está húmeda, al igual que la suya. De súbito vuelve a sentir los nervios en el bajo vientre. La chica cierra la puerta. Él ya no puede verla. Lo conduce hacia una esterilla que hay en el suelo. Se acuesta y él se echa a su lado. Siente un cosquilleo en el pene. Oye que la respiración de ella se vuelve más agitada. Oye que su corazón le martillea en el pecho. La piel de sus brazos es como la flor de la amarilis. Se inclina sobre ella. Huele a madreselva. La muchacha desliza las yemas de los dedos por su espalda. Él frunce los labios y busca su rostro. Con mucho cuidado, le da un beso. Siente que el sexo le empieza a latir, quiere salir. Sus bocas se encuentran. Sabe a almorta joven. Ella le acaricia el cuerpo. Llega a su pantalón, lo desabrocha y se lo baja. Él cierra los ojos con fuerza y la ve andar con sus ágiles dedos, acariciar el palo de rosa, reír con sus labios de amapola, sus cabellos de ébano, su nariz de mariposa, sus ojos cristalinos. La tensión en el pene es insoportable. Siente su cálido cuerpo bajo él. El sari a cuadros blancos y negros ha desaparecido. Los dedos de ella lo ayudan en su búsqueda. Él gime. Ella calla. Él jadea. Ella lo deja entrar. Él abre la boca y lanza un grito de placer.
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… del amor.
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