Revista Cultura y Ocio

Fragmentos Nº124: Entrevistas breves con hombres repulsivos

Publicado el 18 julio 2013 por Kovua

David Foster Wallace Entrevistas breves con hombres repulsivos
Fragmentos Nº124: Entrevistas breves con hombres repulsivos A ella le preocupaba el hecho de que, fuera cual fuese su pro­blema, le resultaba imposible resolverlo mentalmente en ningu­na medida. Le resultaba impensable hablarlo con él, a la joven esposa le resultaba impensable el mero hecho de iniciar una con­versación semejante. A veces ella carraspeaba de una forma es­pecial que indicaba que tenía alguna cosa en mente, pero luego se le quedaba la mente en blanco. Si ella le planteara a su mari­do las dudas que tenía acerca de sí misma, el creería que lo esta­ba preguntando para que él la tranquilizara y de inmediato se pondría a tranquilizarla, lo conocía bien. Su especialidad profe­sional era el yen, pero otras divisas influían en el yen y debían analizarse continuamente. El dólar de Hong Kong también era distinto y también influía en el yen. A veces por las noches a ella le preocupaba la posibilidad de estar loca. Era consciente de que había estropeado una relación íntima previa con sus miedos y sentimientos irracionales. Casi a pesar de sí misma, regresó a la misma tienda de Mundo Adulto y compró una cinta de vídeo clasificada X, luego la guardó dentro de su caja en el mismo es­condite que el consolador, decidida a estudiar y comparar las téc­nicas sexuales de las mujeres del vídeo. A veces, mientras él estaba dormido a su lado durante la noche, la joven esposa se levantaba y caminaba hasta el otro lado de la cama, luego se arrodillaba en el suelo y observaba al marido bajo la luz tenue de la lamparilla de noche, estudiando su cara dormida, como si esperara descu­brir en ella algo no expresado que la ayudara a dejar de preo­cuparse y a sentirse más segura de que su vida sexual juntos lo satisfacía a él tanto como a ella. La cinta de vídeo X tenía fotografías explícitas en color de mujeres practicando el sexo oral a sus compañeros en la carátula. «Estocásticas» quería decir aleato­rias, conjeturales o que contenían numerosas variables que tenían que ser controladas con atención; su marido decía a veces en broma que lo que realmente quería decir era que te pagaban para que te volvieras loco.

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