Revista Cultura y Ocio
Petros Márkaris Con el agua al cuello
A la izquierda, en un claro, hay una especie de glorieta cubierta de un emparrado. A diferencia del resto del jardín, la glorieta está levantada sobre una base de cemento. Bajo el emparrado hay una mesita que parece de camping y dos sillas plegables muy sencillas. Delante de la glorieta distingo un bulto cubierto con una sábana. Todos sabemos qué se oculta debajo de la sábana, pero Stavrópulos, por pura deformación profesional, va corriendo y la levanta. Me vienen arcadas y tengo ganas de vomitar, pero trago saliva y me aguanto. Zisimópulos era un hombre corpulento. Cuando lo mataron, llevaba camisa y pantalón de color caqui y sandalias con calcetines. Stavrópulos le echa un vistazo. —A primera vista, no hay otras heridas. Por lo tanto, no le decapitaron post mórtem. Le mataron cortándole la cabeza. Alguien ha prendido de la camisa de la víctima, con un alfiler, una hoja de papel tamaño Din-A4 con una gran D. —Usaron impresora. Y no me gusta nada. —A mí tampoco. Ambos sabemos qué puede significar esta D. Un mensaje, una firma, una marca personal, cualquier cosa. La D combinada con la decapitación nos dice que habrá más asesinatos y no sabemos quién será la siguiente víctima.