Revista Cultura y Ocio

Fragmentos Nº142: Crematorio

Publicado el 13 octubre 2013 por Kovua

Rafael Chirbes Crematorio
Fragmentos Nº142: Crematorio Pongamos por caso que uno de aquellos hombres de la fotografía sea él, sea mi padre. Nadie lo sabe, ni de qué trabajaba, ni cuántos hijos tuvo, ni es capaz de ponerle un nombre debajo. Así es el tiempo. Cuando decidí marcharme a Madrid, el padre de tu suegro me decía que también Adán tuvo que marcharse del paraíso para darse cuenta de que era hombre. La continuidad del paraíso, tiempo detenido. El tiempo que pasa, el infierno, o simplemente la vida. Tu suegro estaba convencido de que su padre me quería más a mí que a él. Tu padre me quería más de lo que os quería a vosotros, le decía yo a Matías. Apoyada la cara en el vidrio de la ventana, Federico tensa sus labios y amaga algo que se parece a una sonrisa. Ahora, mientras mira las máquinas que se mueven en la baba de la calima, prepara las palabras que va a decirle a Juan cuando le hable de asistir a la ceremonia. Le dirá: No pienso poner mis pies en ningún cementerio, en ningún tanatorio, hasta que me lleven a la fuerza, y ese día levitaré, me llevarán por los aires seis sólidos ángeles, no rozaré el suelo, me llevarán en andas —santo laico en una procesión—, que sea media docena de fornidos ángeles quienes me lleven. Ni siquiera para ver obras de arte quiero volver a pisar una iglesia, me basta con el arte que hay en los museos, en las galerías, con el arte secularizado, exclaustrado, desamortizado, que ha recuperado la dignidad de lo civil en un espacio público. Ni quiero pisar ningún juzgado, ni ir a bodas, ni a bautizos. Le dirá eso y luego se le quejará, le contará que no duerme, que cada vez le ocupa más tiempo su salud. ¿No ves que no puedo escribir?, se queja. Me paso el día buscando dónde he dejado el papelito que llevaba entre manos, las gafas, la estilográfica, el lápiz de subrayar los libros, preguntándole a Javier, pidiéndole que me ayude a buscarlos. El resto del tiempo, intentando olvidarme de que me duelen los brazos, el estómago, el nabo. Para escribir, hay que superar el dolor, dolor físico, las articulaciones, la molesta sonda, pero también el otro.  

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