Franck
ThilliezGataca Arnaud Fécamp tomó el bulevar de la Duchère,
pasando junto a aquellas madrigueras que exudaban monotonía y tristeza. En
pequeños grupos, había jóvenes que arrastraban sus zapatones. Gorras, capuchas,
ropas anchas de rapero… Rápidamente, sin alzar la cabeza, el científico subió
un tramo de escaleras y desapareció en uno de los vestíbulos de las viviendas
de protección oficial. Lucie aceleró el paso y, a su vez, se adentró en la miseria.
En los pasillos olía a cigarrillo y a cannabis. Unas sombras la miraron de
arriba abajo, le silbaron y le dirigieron piropos chuscos. Con un gesto
instintivo, Lucie comprobó que su pistola se hallaba en el bolsillo. La tensión
aumentaba y, mientras recuperaba el aliento, Lucie se preguntó si no sería
mejor dar media vuelta y volver a su casa, junto a su hija y su madre. El
pasado de policía que había tratado de enterrar resurgía