Revista Cultura y Ocio

Fragmentos Nº163: El dios de Darwin

Publicado el 08 febrero 2014 por Kovua

Sabina Berman El dios de Darwin Fragmentos Nº163: El dios de Darwin Se había presentado en el despacho del director no con su faldita escocesa, sino con una falda de crepé negro marca Prada que se ajustaba a sus pantorrillas velludas. Se alisó la falda, juntó en el piso sus botas de minero y dijo en su voz suave y seductora:
—Ésta es la guerra entre los individuos que deseamos ser libres de expresar nuestros deseos y estos señores que leen la Biblia como la doctrina de una dictadura, y tú tampoco deberías emputecerte lamiéndoles el culo, ni siquiera por 10 millones de dólares. Rojo de rabia Eldrich aplastó su cigarro contra la banca, lo lanzó lejos y siguió blablableando mientras Yo entré en la sombra verde del garaje. Tomé el hacha que asomaba entre el pasto y me dirigí a trancos por la hierba del jardín hasta la puerta trasera. —Y entonces —dijo Eldrich reapareciendo a mis espaldas—, el presidente de la universidad le hizo una oferta irresistible a Tonio. Un sabático extendido indefinidamente. Coloqué el hacha sobre mi hombro como si fuera un bate de béisbol, mientras Eldrich a mi lado seguía absorto en su relato. —Así que a los 40 años nuestro querido Tonio cumplió su sueño más preciado. Se fue a Inglaterra a trabajar en la comisión para la defensa de los Derechos Humanos de la Diversidad de la ONU, con su salario de profesor intacto y su puta faldita escocesa. Como si fuera un bate, descargué un hachazo contra la puerta, CRAS, y Eldrich, en lugar de terminar su idea, saltó a un lado. Descargué otro hachazo, CRAS. Fui destrozando la puerta a hachazos, CRAS, CRAS, y entre uno y otro creo haber oído a Eldrich murmurar: —Putos locos. Por eso te eligió a ti. Son de la misma puta banda de locos. CRAS, CRAS, CRAS.  

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