Revista Cultura y Ocio

Fragmentos Nº165: Joaquín Rodrigo

Publicado el 23 febrero 2014 por Kovua

Carlos Laredo Joaquín Rodrigo
Fragmentos Nº165: Joaquín Rodrigo Si bien con el paso de los años y ante la realidad irremediable, Joaquín Rodrigo modificó su actitud (aunque no su pensamiento), en aquel momento reaccionó con toda lógica tratando de impedir la difusión del disco de Miles Davis. Es perfectamente comprensible que un hombre que ha trabajado y sufrido durante media vida para hacerse con una situación en el mundo de la música y que, gracias a sus años de estudio y aprendizaje, consigue componer una obra de éxito no esté dispuesto a permitir que alguien se apodere de ella, la transforme a su conveniencia y la edite por su cuenta. Rodrigo entendió entonces que era un grave atentado contra su derecho moral y casi cuarenta años después, al final de su vida, seguía pensando que, como autor de la obra, solamente él podía autorizar una transcripción. Pero el mundo tiene sus propios mecanismos y las leyes que protegen la propiedad intelectual son interpretadas de muy diversas formas.
Rodrigo trató por todos los medios a su alcance de detener la distribución del disco, que no se podía llamar plagio, porque en la carátula figuraba visiblemente el título Concierto de Aranjuez, que había alcanzado ya un gran éxito en Estados Unidos y empezaba a tenerlo en Europa. Lo primero que hizo fue consultar a los mejores abogados americanos, especialistas en esta clase de asuntos. Los abogados, conocedores de la jurisprudencia en la materia, intentaron convencerlo de la inutilidad de emprender acciones legales en Estados Unidos, donde se considera que el beneficio económico que el presunto perjudicado pueda obtener con la venta de los discos (cuyos derechos de autor cobraría) es superior al pretendido perjuicio moral. A Rodrigo, que como buen español anteponía el honor y el orgullo a cualquier otro valor, no le cabía en la cabeza que la Ley americana considerara que unos miles de dólares valieran más que su derecho. Los abogados insistieron y trataron de convencerlo de que era en cierto modo un honor que su melodía fuera transcrita para otros instrumentos; era como un reconocimiento a su genio. Por su parte, la compañía discográfica americana (Fontana) argumentó que la versión del concierto de Miles Davis daría a conocer internacionalmente su música, la haría aún más famosa y asequible a aquellos que no escuchaban música clásica, llegaría a la juventud e incrementaría la venta de los discos del concierto original. Aunque fuera cierto, el compositor no estaba de acuerdo.  

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