Pilar Adón El mes más cruel
Desde
el interior de la población colonial,
a
lo largo de las fronteras del barrio judío,
sembrando
huellas de futuros sultanes, o reyes,
las
paredes de piedra
descienden
hacia los rebaños de animales.
Las discretas conversaciones de las mujeres y aquella tendencia a abrir las tiendas, los puestos callejeros, las puertas que dan paso a las ruinas, hasta altas horas de la tarde. Con un poco de café entre las manos y el fresco temblor de las sedas que flotan, ultrajadas, pretendiendo evitar la aspereza de las caras curtidas por el sol.
Joyas de plata auténtica. Hombres junto a la iglesia despertando el misterio del edificio. Años de vida tejidos en las oraciones al Señor.
Modernas habitaciones. Frecuentes senderos hacia el Sur.
Y, ahora, extinguidos han quedado los sonidos somnolientos que los queridos niños nos ofrecían a diario desde el mirador.
El viento… El poderoso, cálido y destructivo viento.
