A principios de febrero de 1898 el escritor y periodista francés Émile Zola fue condenado por un tribunal y huyó de su país. Su delito fue acusar públicamente al Gobierno, a los jueces y a los militares de condenar a un hombre injustamente por traición sin que hubiera más pruebas contra él que su condición de judío. El llamado ‘caso Dreyfus’ dividió profundamente a la sociedad francesa de finales del S.XIX y principios del XX y supuso una prueba de fuego para la estabilidad de la III República. Pero sobre todo, fue un claro ejemplo de la fuerza del antisemitismo en uno de los estados política y socialmente más avanzados del mundo en ese momento.
Todo comenzó el 25 de septiembre de 1894. Ese día, una señora de la limpieza que trabajaba en la embajada alemana en París (pero que también colaboraba con los servicios de inteligencia franceses) descubrió en una papelera un documento muy comprometedor: secretos militares de alto nivel que de manera muy descuidada habían sido rotos en pedazos y tirados a la papelera por los alemanes. Evidentemente este documento no venía firmado por el traidor, así que la contrainteligencia francesa se puso a investigar.
Alfred Dreyfus.
Demasiado deprisa llegaron a una conclusión. Por el contenido de los documentos, el traidor debía de ser un oficial de artillería de alto rango. Y con ese perfil había uno que encajaba como el perfecto sospechoso, según los clichés de la reaccionaria clase militar de la época. Era judío y originario de Alsacia, es decir, hablaba alemán: el capitán Alfred Dreyfus.Rápidamente fue detenido a pesar de que no existían pruebas concluyentes contra él. De hecho no tenía ninguna razón económica, política o familiar para traicionar a Francia. Incluso su letra no coincidía con la del documento interceptado. Pero el ejército francés necesitaba un culpable, sobre todo después de que se filtrara su detención a la prensa. Dreyfus fue juzgado y condenado a cadena perpetua el 22 de diciembre de 1894 por alta traición ante el regocijo de la prensa ultranacionalista que veía en el oficial judío al traidor por excelencia.
La rapidez de la condena –tan solo tres meses después de descubrirse la traición- y sobre todo la debilidad de las pruebas, o mejo dicho la falta de ellas, provocó un movimiento entre la sociedad favorable a revisar el ‘caso Dreyfus’. Comenzó poco a poco, iniciado por la familia del reo, pero pronto contó con apoyos de intelectuales, políticos e incluso dentro del mismo ejército. La figura clave de este movimiento sería el mayor Picquart, un oficial de inteligencia que descubrió al verdadero traidor: el comandante Esterhazy.
Sin embargo, a pesar de descubrirse al verdadero espía, la cúpula del ejército no quiso reconocer su error, detener al culpable y rehabilitar a Dreyfus. Su sentido del honor estaba por encima de la realidad y, sobre todo, los círculos más conservadores de la sociedad francesa ya habían dictado sentencia: Dreyfus era un traidor porque su condición de judío así lo establecía. Y Picquart fue trasladado a Túnez y más tarde juzgado y condenado para que guardara silencio.
Enfrentamientos en la sociedad
Esta situación no se pudo mantener en secreto durante mucho tiempo y finalmente se hizo evidente la injusticia para el resto de la población: En enero de 1898 el escritor y periodista Émile Zola publicó el texto “Yo acuso” en el que explicaba al público francés los detalles del ‘caso Dreyfus’ y la arbitrariedad de los militares, el Gobierno y los jueces poniendo en evidencia el expediente secreto con las nulas pruebas que se usaron contra Dreyfus, pero que habían bastado para condenarlo a una isla prisión, mientras el verdadero culpable era absuelto. Fue un ataque en toda regla contra la élite gobernante de una república que seguía teniendo como lema “libertad, igualdad y fraternidad”.
Zola
La indignación estalló y, como consecuencia, Zola fue acusado por el ejército y condenado y huyó de Francia, donde la división de la sociedad era cada vez más profunda. El ‘caso Dreyfus’ provocó un verdadero terremoto político y social en Francia. La sociedad se polarizó por el caso: los más conservadores, religiosos y reaccionarios se pusieron de parte de la cúpula militar y contra Dreyfus. La izquierda, los liberales y los republicanos laicos defendieron la inocencia del militar. El caso Dreyfus hizo saltar las costuras de las heridas que la sociedad francesa había estado sufriendo durante todo el S. XIX desde la revolución de 1789: laicos contra religiosos, republicanos contra monárquicos, conservadores contra progresistas.Los partidarios y los detractores de la inocencia de Dreyfus se enfrentaban en cualquier lugar. A la salida de los juzgados, en las calles, a través de los periódicos e incluso en el mimo Parlamento. El orden público amenazaba con desmoronarse y los partidarios de ambas partes tuvieron innumerables encontronazos por todo el país, aumentando los brotes de antisemitismo de manera muy preocupante.
El Gobierno se puso nervioso e intentó una maniobra desesperada para zanjar el asunto dando por buena una burda manipulación que inculpaba a Dreyfus. Sin embargo el truco fracasó y acabó por provocar una crisis de Gobierno. Los ánimos en la calle estaban tan caldeados y la ultraderecha estaba tan movilizada que la propia estabilidad política de Francia se encontraba en peligro. Los militares insistieron en no reconocer su error para no debilitar su imagen y la ultraderecha aprovechó la situación para actuar contra la república tan odiada por ellos. Incluso llegaron a planear un golpe de Estado que fracasó porque los militares finalmente se opusieron a participar, aunque algún oficial incluso llegó a plantear la necesidad de una guerra civil para asegurar el poder de la institución, ya que muchos militares temían que los errores graves en el ‘caso Dreyfus’ pondrían fin a su poder en el Estado.
En 1899 Francia estaba al borde del colapso interno y el ‘caso Dreyfus’ no podía seguir abierto. En septiembre el militar fue juzgado de nuevo y esta vez se llegó a una solución de compromiso: Dreyfus fue considerado nuevamente culpable para apaciguar a la ultraderecha pero fue condenado a solamente cinco años de prisión, revocando su primera condena a cadena perpetua. Además, todos los condenados por hechos derivados del caso fueron amnistiados, como Zola.
Para Dreyfus y los partidarios de su inocencia no fue suficiente y siguieron peleando. No fue hasta 1906, doce años después de comenzar el caso, que Dreyfus no fue considerado inocente y rehabilitado. Sin embargo los militares siguieron empecinados en destruirle, forzándole a dejar el ejército un año después y truncando su carrera militar. Más tarde, durante el funeral de Zola, sufrió un atentado de la ultraderecha del que salió ileso, pero que demostró que su nombre seguía ligado, a su pesar, al conflicto interno en Francia.