Revista Opinión
La noche del viernes, los fanáticos islamistas asesinaron a más de cien ciudadanos franceses en seis atentados en la capital del país, París, demostrando, una vez más, capacidad para actuar puntualmente en cualquier lugar de Occidente, en este caso Europa, y la suficiente crueldad para asesinar y rematar fríamente a víctimas inocentes y confiadas que, ajenas al odio de los fanáticos, acuden a hacer sus compras a un supermercado o se divierten en una sala de fiestas o en la terraza de un bar. El presidente francés, Francoise Hollande, ha decretado el estado de emergencia en todo el país, el cierre de fronteras y la prohibición de circular por determinados sitios y medios de transportes, según comunicó en un mensaje televisivo, con la intención de capturar a los terroristas y evitar que puedan seguir cometiendo otros delitos y escapar del país.
Francia, cada vez más implicada militarmente en la lucha contra el Estado Islámico, vuelve a ser golpeada en el corazón del país por el terrorismo islamista, al que el presidente galo señala como autor de la masacre: “Sabemos quiénes son y de dónde vienen”.
La libertad y la democracia que en estos momentos es atacada en Francia por comandos del terrorismo islamistas ya tuvo precedente con el atentado a la revista satírica Charlie Hebdó, el pasado mes de enero, en el que asesinaron a doce personas. Grupos medievales en su mentalidad y modelo social, pero sumamente actuales en armamento y maldad, intentan doblegar a los países libres, tolerantes y democráticos que participan en el combate contra el Estado Islámico que se extiende por Siria e Irak, implantando la barbarie y asesinando despiadadamente a los prisioneros que captura.
Hoy, como ayer, todos somos Francia y nos solidarizamos con su lucha contra el terror y el fanatismo de raíz islamista. Allí, como aquí cuando los atentados de Atocha, los demócratas han de responder con la unión y la fortaleza de sus convicciones por la libertad, la igualdad y la tolerancia, sin que ninguna bala de ningún kalashnikov haga mella en ellas. El terrorismo islamista o de cualquier otro cuño, como manifestación de odio a quien no comparte su ceguera, sólo socava las demenciales razones de los que lo perpetran, pero no alteran, aun en medio del dolor y la sangre, los ideales de paz, libertad y democracia de quienes lo padecen en nuestras sociedades. Hoy, Lienzo de Babelse solidariza con Francia en su lucha contra el fanatismo religioso y terrorista.