Revista Cultura y Ocio

Francisco Brines .- Pudo ser un repentino brillo en tus ojos

Publicado el 29 mayo 2018 por Biblioteca Virtual Hispanica @BVHispanica
I.

Pudo ser un repentino brillo de los ojos,

el casi imperceptible movimiento de una mano,
o el dulce quiebro de la voz, advirtiendo
que ha llegado a los labios nuevo fuego,
o también la sorpresa de una clara sonrisa
que,tímida,naciera por nosotros,
sin creerse observada.

Mas salgo ahora al balcón para mirar el campo

debajo de la tarde agonizante,
y es lo mismo que aquello,
porque se ven hogueras,sin crepitar,lejanas.

Es el verano, y una música viene

que otros oídos escucharon,
y en la que los descritos gestos obtuvieron respuesta
en juveniles pechos de la corte de Médicis,
ya para siempre muertos,
adolescentes que sintieron por vez única
sus corazones oprimidos
ya muertos para siempre
por el puñal,la soledad o el tiempo.


Pero la vida es quien ahora llega

en las palabras que me escribes,
la vida ya vivida.
Y aquel lugar,y el tiempo ya enterrado,vuelven a mí
y el milagro sucede: los miro en la distancia,para
siempre,
no como los viera,los miro ya con tu verdad secreta
que a mí se refería.
Y he salido al balcón
y he visto las hogueras,sin crepitar,lejanas,
cubriendo todo el campo.
Nunca será olvidable este momento
porque nunca la dicha es olvidable
si ha dejado en el cuerpo tanta fuerza,
fuerza para vivir,fuerza para dar vida.
Puede nacer sólo por esto.

Y con el pecho vasto,turbado

por la felicidad y por la noche,
regreso al interior.La sala en sombra
se espesa en los rincones,
la música se extingue,
Hay soledad,y amor,y estoy con vida.
Tras de los ojos húmedos tu imagen
casi real parece,
y en el esfuerzo que te crea siendo un poder que no es
del hombre;
vienes,desde la gran distancia,
sólo vestido el cuerpo por transparente ola.


Al aclararse la penumbra,veo

sobre la mesa,fantasmal,un vaso
con el agua teñida de un color desvaído
dando muerte a tres rosas.
Quieres volver a mí de manera distinta,
nace el dolor,
y aquel momento de la tarde,sólo vulgar,indiferente,
en que el sonido de tus pasos
me separó de la ventana,quiere volver:
con natural descuido colocabas los tallos,
y apenas si inclinaste la cabeza
para oler brevemente las rosas amarillas.


Ya están secas las rosas,

y el color,que es su tiempo,lo han perdido;
te desvaes también,quiero hacerte llegar,
ponerte sobre un tiempo,más preciso,y hace dañp
tanto fracaso en tan mediocre hazaña.
Algo podrida está mi carne
pues ha perdido luz,y el pecho vastedad
y la alegría has desmayado pronto.


La miseria del hombre se advierte en este signo:

los ojos están húmedos.
Ruin es la expresión el dolor y la dicha,
y ella nos manifiesta,
con su igualdad,la confusión del hombre,
nos enseña en la vida sucesos de la muerte.


II.

Extraño,en esta noche,he recordado

una borrada imagen.El mendigo
de mi niñez,de rostro hirsuto, torna
desde  otro mundo su mirada dura.
Llegada al mediodía ,y un gruñido
de animal viejo le anuncia.
Toda la casa estaba abierta,y el verano
llegaba de la mar.Andaba el niño
con temor a la puerta,y en su mano
depositaba una moneda.Era hosca la voz,
los ojos fríos de odio,
y sentía un gran miedo al acercarme,
la piedad disipada.Violenta la muerte me
rondaba con su sombra.
Sólo después,al ver a los mayores
hablar indiferentes,ya de vuelta,
se serenaba el pecho. Me quedaba
cerca de la ventana,y frente al mar
recordaba las sombrías historias.


Esta noche,pasado tanto tiempo,

su presencia terrible y misteriosa,
me ha desvelado el sueño.Ningún daño
he sufrido de aquella voluntad,
y el hombre ya habrá muerto,miserable
como vivió. Aquellos años,otros muchos
mendigos iban por las casas
del pueblo. Todos,sin venganza,yacen.
Los extinguió el olvido. Vagas,rotas,
surgen las sombras; la memoria turba
un reino frío y solitario y vasto.
Poderosos,ahora me devuelven
la mísera limosna: la piedad
que el hombre,cada día, necesita
para seguir viviendo. Y aquel miedo
que de niño sentí,remuerde ahora
mi vida,su fracaso:un anciano me miraba
con ojos inocentes.


1960 por Francisco Brines


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