Año: 2016
Editorial: Siníndice
Género: Novela corta
Valoración: Está bien
Vuelvo a enfrentarme a una obra de narrativa independiente que, por razones de calendario, no entra en la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2017. Esto es una pena, primero porque por cuestión de unos meses ya no puede participar en este evento que pasamos todo el año preparando con gran tesón (para esta edición ya llevamos 30 títulos en la sección oficial), y segundo porque ralentiza nuestra tarea. De hecho, los libros que nos llegan directamente de sus autoras pero que no entran a los premios, tienen menor preferencia. De modo que, escritores del mundo, por favor, estad atentos a la reglamentación de los premios. Pasemos ahora a la sinopsis de La extravagancia.
Leo Romance y Ana Couteau fueron los creadores e ideólogos del extravagantismo, un movimiento artístico centrado en dar mayor importancia a la creación literaria que a la propia vida. A través de textos sueltos sobre ellos, fragmentos de sus obras, entrevistas o emails, Alejandro Heintzman, biógrafo oficial de la pareja, reconstruye con respeto y fidelidad, cómo fueron sus últimos días.
Por si alguno no se ha dado cuenta todavía, los hechos relatados en La extravagancia son todos ficticios. Esta metanarración y metarrealidad desarrollada por el autor, impacta de primeras al lector, que sin saber muy bien cómo, se encuentra con una historia que busca homenajear de algún modo a Los detectives salvajes de Bolaño. Esta no estructura desarrollada a lo largo de la obra resulta de lo más divertido e interesante al principio, pero no tardamos en toparnos con un inconveniente inesperado: lo insoportable de sus dos protagonistas. Dice el texto de contraportada de la obra que tiene “cierta estética naíf”, pero ya os digo yo que no, que es ABSOLUTAMENTE NAÍF. Los protas aprovechan que se quedan desnudos a solas para montar puzles y ver el Cinexin (follar no, que cansa y da como asquito). Además, la atmósfera irreal la completa cierta tendencia hacia una especie de realismo mágico hipster, que no es el de García Márquez sino el del innombrable y persona non grata en esta web, Haruki Murakami.
—Qué bonito esto que has escrito, cari. ¿Follamos? —No, que eso es de pobres.
La extravagancia entra tanto en el almibarado y vaporoso ideario hipster, reproduce con tal exactitud sus tópicos y lugares comunes, que me pregunto si en realidad lo que está pretendiendo el autor es realizar una furibunda crítica a este “movimiento” (como diría Víctor Lenore, no son nada nuevo sino los modernos de toda la vida). Y he aquí el origen de mi sube-baja emocional con este libro, cosa que os paso a relatar: Primero, al ver la portada (los libros donde solo aparece una foto siguen sin parecerme atractivos) no me hice grandes ilusiones, luego leí sus primeras páginas y quedé fascinado, seguí leyendo y me topé con los protas, y finalmente lo terminé y me quedé con el cuerpo raro. Sinceramente, me ha parecido un libro interesante y original, pero después de las expectativas que yo mismo me había creado se me ha quedado corto; me da la sensación de que lo podría haber aprovechado más, o tal vez no me ha convencido el giro de los acontecimientos (de nuevo y de verdad, la lánguida pareja protagonista no ayuda). Con todo, tengo la sensación de haber leído una obra atrevida y dinámica. Y, de nuevo, vuelvo a pensar que ha sido una pena que no me haya hecho todo el “tilín” que creo que me podía haber hecho. Como veis, me he quedado en una tierra de nadie bastante insatisfactoria (algo parecido a lo que me pasó con Cavalry, pero más bestia). Si esa es la intención del autor que me escriba y le pongo mejor valoración al libro (además de cagarme en su echarle una reprimenda).
No quiero que quede la impresión de que La extravagancia no me ha gustado; estaría fallando a la hora de entregar el mensaje. Su lectura no enamora, pero gusta. Esconde momentos únicos que se te quedan grabados en la retina. No quiero desvelar sorpresas a los futuros lectores, por lo que me despido limitándome a plasmar aquí algunos de los nombres de los capítulos que, pese a ser hipstercienses hasta decir muffin, me han entusiasmado:
- En un cielo con 2000 años de vacío.
- Aquí yace un hombre cuyo nombre fue escrito en el agua.
- Donde los caballos vuelan como el viento.
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