Arturo Pérez-Reverte:
Estuve ayer leyendo de nuevo la carta de Francisco de Cuéllar, superviviente de la Gran Armada de Felipe II, en la que cuenta su naufragio y penalidades en la costa norte de Irlanda después del fracaso del intento de invasión de Inglaterra en 1588.
El texto se lo debo al almirante Sisiño González-Aller, historiador de Marina, queridísimo amigo desde que lo conocí como director del Museo Naval de Madrid, cuando yo documentaba allí mis novelas La carta esférica y Cabo Trafalgar.
El almirante tiene una obra monumental, La batalla del Mar Océano, sólo publicada en sus cinco primeros volúmenes -el Ministerio de Defensa lleva desde el ministro Trillo desentendiéndose de la publicación del resto-, donde recoge cuanta correspondencia y documentos de la época se conocen sobre el fracaso de la gran expedición contra Inglaterra.
Una de esas cartas, la del capitán Cuéllar, comandante del San Pedro -galeón español destrozado en la costa irlandesa-, es una auténtica joya: un riguroso documento histórico que parece un relato de aventuras. Pero como se trata del documento núm. 7.127 clasificado por el almirante, y pertenece a la parte inédita de la obra, temo que nunca lleguemos a verlo impreso.
En su carta cuenta Cuéllar los pormenores del naufragio en pleno temporal -«No teníamos remedio ni socorro ninguno, si no era de Dios»- y cómo miles de náufragos españoles que iban a bordo de las naves deshechas en playas y acantilados van siendo arrastrados por el mar, vivos y muertos -«Desnudos en cueros, sin ningún género de ropa sobre sí, tiritando de frío, que le hacía cruel»-.
Fuente:
- "Una carta de 1588".