Mencionado por:
José Sánchez del Viejo
Menciona a:
José Sánchez del Viejo
Luís Enrique Prieto
Florián Recio Terraza
Pureza Canelo
María Blázquez Alonso
Faustino Lobato Delgado
Rufino Félix Morillón
Basilio Sánchez
Marian Raméntol Serratosa
Bio-bibliografía
Francisco Javier Silva nace en Almendralejo (Badajoz), el 22 de noviembre de 1961. Su infancia transcurre entre juegos y estudios, su adolescencia entre estudios y trabajo. A los veinte años, y tras la muerte de su madre, tiene que dejar los estudios y centrar su vida en el trabajo, llevando esta situación aparejada el abandono momentáneo de la escritura.
En el año 2002 participa en el Foro Literario Sensibilidades dirigido por el escritor madrileño Luís Enrique Prieto. Sus consejos y enseñanzas hacen que de nuevo retome el camino dejado. Desde ese momento no ha dejado de escribir, obteniendo en su trayectoria algunos premios, como el XXVI Concurso de Poesía García Plata de Osma (2003), con la obra Los vértices del mar, IX Concurso de Poesía García de la Huerta. (2006), el III Certamen de Cartas de Amor convocado por la Universidad Popular y la Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de Villanueva de la Serena. (2008) o el VI Certamen de Poesía del Colectivo Ataecina. (2009).
Poética
Las palabras conocen bien los paisajes de nuestras vidas, las sensaciones nacidas al calor de nuestros versos o nuestra prosa.Las palabras sustentan nuestra geografía afectiva, nacen con nosotros, crecen y envejecen.Las palabras son trazos que subrayan los matices de instantes en nuestra vida. Las palabras nos habitan y, sin embargo, no nos pertenecen.
Poemas
SI ME QUITO
“Lo quiso todo o nada.
Por eso dejó todo:
para tenerlo todo”
(José Hierro)
Si me quito
las oscuras luxaciones que el dolor
me adhiere como escamas de luto
en la pesadumbre de los párpados,
los grafitis que trazo en mi lengua
para acuchillar los gritos imprecisos
que maduran como lúgubres crucigramas de silencio,
los verbos intransitivos que me sembraron otros,
las mariposas de cenizas que aún fosforecen
en los escaparates de rebajas de mi anoréxica memoria
como luces gangrenosas,
las vértebras carcomidas,
el moho, las llagas,
las lágrimas que se adentran y humedecen
el esqueleto de un alma casi extinta,
y las grietas por donde alguna vez
se asoma la alegría.
Si me quito
las distancias ojivales que las hojas del otoño
dejan en mi espalda
cuando barren las calles sin luz y sin penumbras,
la lluvia y el frío que se acumula en las fotografías,
nombre y apellidos,
y los recuerdos...
Si saldo mis deudas
y pago hasta el último euro por este tiempo
de vivir a renta,
y cuento la bruna plusvalía que firma
sobre mi piel las manos del verdugo,
me hallaréis desnudo,
sin nada,
preguntándome a solas
qué parte de mí muere en los cementerios
y qué parte sobrevive con las manos extendidas
a los árboles.
Del poemario “¿Dónde estarán los pájaros?”
EL FINAL
El final jamás será leído,
el final nadie lo conoce,
el final donde se pierde la lucidez
y germinan los cráneos,
el final donde la muerte
esparce su esperma en tu esqueleto
a cambio de un poco de vida.
Cuando llega el final
sólo soportas el peso del mármol,
y te vence la luz
con un rumor a poleas de sombras,
cuando llega el final sólo escuchas,
muy lejos, la geografía incorpórea
que deja el beso de la despedida.
Del poemario “Las aristas del viento”
UN DÍA, DE PRONTO, TE DAS CUENTA
Cuando venga a buscarme,
díganle:
se ha mudado.”
(Oliverio Girondo)
Un día, de pronto, te das cuenta
que el viento mueve las sillas de tu casa,
tintinea en los vasos,
deshace tu cama
y desliza un gemido de pájaro herido
en los trozos de cal hollados por las uñas,
en las cortinas y los armarios,
hace saltar el pan del tostador
y fragmenta los besos en la saliva
que dejas en el cristal cuando apuras tu copa.
No tienes tiempo para arreglar la ventana
o limpiar el polvo de los muebles,
y caducan en los almanaques los copos de nieve
mientras se escapan tu mujer y el deseo
en los inviernos del jardín,
dejándote sin voz que teja canciones de cuna.
Un día, de pronto, te das cuenta
que el viento muda su piel de reptil
en los peldaños de la escalera,
y no reconoces ni el eco de tus pasos,
se hacen los pasillos más estrechos,
extraños y húmedos,
y agrupas axiomas en el sordo lenguaje del silencio,
se te llena la soledad de soledades
cuando los minutos dejan sin memoria
tu reloj de pulsera,
y sólo eres una sombra tras la luna del espejo
sin deseos de irse
sin ganas de quedarse.
Un día, de pronto,
cuando llegue la vida preguntando por ti,
encontrará que no hay mirillas en la puerta de tu casa
ni buzones con tu nombre,
y solo el viento,
ocupando tu sitio,
le dirá: “se ha mudado”.
Del poemario “¿Dónde estarán los pájaros?”