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François Vatel, el corazón y la espada

Publicado el 17 diciembre 2012 por Lasangredelosfarkas @sangredefarkas

diciembre 17, 2012

François Vatel, el corazón y la espada

Por permanentjose

François Vatel, el corazón y la espada
Hoy me apetece contarles algo sobre François Vatel, el primero de los grandes cocineros que vio la humanidad. Nos situamos a mediados del siglo XVII, en la Francia del Rey Sol. Vatel sirvió como cocinero en el Castillo de Chantilly, exactamente su cargo era el de “controlador general de la boca del príncipe de Condé”. Allí, sus fastuosos banquetes llegaron a ser legendarios. Se creó una enorme reputación dentro de la alta sociedad francesa, que caía rendida a sus pies.

En el año 1671 se le presentó un enorme reto, organizar los festejos en honor del Rey Luis XIV. Anfitrión y cocinero, Vatel tenía ante sí la prueba que tanto tiempo había estado esperando, la que podía encumbrarlo definitivamente al Olimpo de los dioses culinarios. Obsesivo y puntilloso hasta límites insospechados, Vatel tuvo que lidiar durante tres días con miles de invitados venidos de todos los puntos de Francia. Perdices, faisanes, confituras, asados variados, frutas, dulces, salían entre gran jolgorio de la cocina de Vatel. Un ejército de sirvientes ejecutaba aquella sinfonía de manera maestra. A estas alturas, Vatel llevaba casi tres días sin dormir. Metido en aquella vorágine, el anuncio por parte de uno de sus colaboradores de que el pescado no había llegado a tiempo desquició a Vatel profundamente. Abatido, se refugió en su cuarto. Allí cogió una espada y, ayudándose de la puerta, se lanzó una y otra vez hasta que consiguió rebanar su corazón. No pudo superar el fracaso, aunque hay quien dice que aquello solo fue la gota que colmaba el vaso, que la verdadera razón fue un hondo desamor. La cruel broma final de todo aquello es que los comensales salieron encantados de la celebración.

En la actualidad, pasados más de trescientos años, Vatel se ha convertido en uno de los máximos exponentes de la cultura gastronómica francesa. De él ha quedado un amplio legado, como por ejemplo la Exquisita crema Chantilly o su pasión desmesurada por la cocina, hasta el punto de elevarla a una categoría que antes no tenía.


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