¿He de volverme disoluto como si fuese rubio? ¿O religioso como si fuera francés?
Cada vez que mi corazón se rompe me siento más aventurero (¡y aún así se reiteran nombres en esa lista interminable!), pero un día de estos ya no habrá con qué aventurarse.
¿Por qué debería compartirte? ¿Por qué no te deshaces, para variar, de otra persona?
Soy el menos difícil de los hombres. Todo lo que quiero es amor ilimitado.
¡Incluso los árboles me entienden! Cielo santo, también yazco debajo, ¿no? Soy igual que un montón de hojas.
Sin embargo, nunca me he embotado con los elogios de la vida pastoril, ni con la nostalgia de un inocente pasado de perversiones en las praderas. No. No hace falta cruzar los confines de Nueva York para hallar todo el verdor que quieras – no puedo disfrutar un tallo de hierba sin una parada de metro a mano, o una tienda de discos o cualquier señal de que la gente no lamenta la vida, no del todo. Es importante afirmar con la menor sinceridad; las nubes ya reciben bastante atención así, y además siguen pasando. ¿Acaso saben lo que se pierden? Ajá.
Mis ojos son de un vago azul, como el cielo, y cambian todo el tiempo; no tienen criterio, son fugaces, del todo específicos y desleales, así que nadie confía en mí. Siempre estoy mirando a otra parte. O de vuelta a algo después de que me abandone. Me vuelven impaciente y me hacen infeliz, pero no puedo tenerlos quietos. Ojalá tuviera ojos grises, verdes, negros, castaños, amarillos: me quedaría en casa y haría algo. No es que no sea curioso. Al contrario, me aburro, pero es mi deber estar atento, me necesitan las cosas igual que el cielo ha de estar sobre la tierra. Y a lo último, sienten ya tanta ansiedad que dispongo de poco sueño.
Ahora sólo hay un hombre al que me gusta besar cuando no va afeitado. ¡Heterosexualidad! Inexorable te acercas. (¿Cómo desanimarla?)
San Serapio, me envuelvo en las togas de tu blancura, que es como la medianoche en Dostoievski. ¿Pero cómo me convertiré en leyenda, querido? He probado con el amor, pero eso te esconde en el seno de alguien y yo siempre me aparto a saltos como el loto - ¡el éxtasis de saltar siempre en pedazos! (¡pero no te distraigas con eso!)- o como el jacinto, «por mantener aparte la mugre de la vida», sí, ahí, incluso en el corazón, donde la mugre bombea y calumnia y ensucia y determina. Deseo mi deseo, aunque quizá me haga famoso por una misteriosa vacante en aquel departamento, en aquel invernadero.
¡Destrúyete, por si no lo sabías!
Es fácil ser hermoso, es difícil parecerlo. Te admiro, mi amado, por la trampa que has dispuesto. Como un capítulo final que nadie lee porque ha terminado la trama.
«Fanny Brown se ha ido – se fue correteando con un Corneta a Caballo; me encanta esa Picaruela & espero que sea feliz, por más que Me haya vejado un tanto con tal Proeza. ¡Ay Cecchina, pobre Idiota! o F.B. como solíamos llamarla. – Ojalá Se lleve una buena Tunda y diez mil Libras». Sra. Thrale.
Tengo que largarme de aquí. Escojo un chal y mis bronceadores más sucios. Volveré, otra vez emergeré, derrotado, del valle; no quieres que vaya donde tú vas, así que iré donde no quieras. Sólo es media tarde, queda mucho por delante. Abajo no habrá correo. Doy la vuelta, escupo en la cerradura y el pomo gira. Traducción de Fruela Fernández
Hunter/Weiner (2008): "For those who think young". Mad Men, 02x01