Revista Cine

Frankenhooker - 1990

Publicado el 28 marzo 2019 por Jimmy Fdz
Frankenhooker - 1990
Director: Frank Henenlotter
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"Frankenhooker" es una gozada de tomo y lomo, que no se diga más.
Tiene escenas demenciales, divertidas y grotescas (la de la orgía en el hotel es impresionante, y para que hablar de ese impactante final), todo combinado con un desenfado y falta de pudor apabullantes. Y además se sitúa, nuevamente, en bajos fondos y barrios sórdidos y bares de mierda y hoteles inmundos y calles mugrosas, en donde tus mejores amigos son las prostitutas que hacen la calle, los viejos verdes de los hoteles, los drogadictos de los baños y los malditos cafiches con sus rimbombantes vestimentas. La premisa argumental es simple (y algunos hasta dirán poco imaginativa) pero el relato está bien hilvanado y goza de la suficiente coherencia como para tomarse esto en serio dentro de su tono abierta y manifiestamente socarrón, y es que el protagonista tiene una motivación creíble (puede que algo inverosímil, pero creíble maldita sea) que sustenta la narración, sea cual sea la locura que nos muestre en pantalla, y, por otra parte, no me parece gratuito esto de situarse en los bajos fondos de la ciudad: claramente le sirve a la historia y al escatológico sentido del humor del director, pero, no obstante el tono ligero de la película, Henenlotter habla sobre un estado de cosas al mostrar la podredumbre olvidada e ignorada y despreciada de la ciudad (como las prostitutas, a merced de cuanto depredador se les ocurra y nada pueden hacer pues "solitas se metieron en el embrollo"), esa en donde se mueve este científico loco, el muchacho con la caja de mimbre e incluso ese otro chico con el falo del líquido alucinógeno, todos puros casos perdidos, ese es el cine de Frank Henenlotter: el de los casos perdidos.
"Frankenhooker", por lo demás, trata sobre un sujeto aficionado a la medicina y a la ciencia cuya prometida muere a manos de uno de sus inventos (una podadora de pasto automática que le pasa por encima y no deja de ella más que la cabeza, con su bello rostro marchito, marchito como la flor de la inocencia ahogada en el denso aire de las industrias, de los flatulentos gases del fast-food; marcada por la navaja capitalista que, cual cafiche, le deja sus buenos tallarines de recuerdo en el rostro y la letra de un tango quemando las entrañas). El tipo queda trastornado y decide revivir a su ex señora futura esposa, pero como no tiene el cuerpo, decide buscar las partes perfectas en las calles de the Deuce, y bueno, no crean que la cosa se detiene ahí, de hecho se retuerce en una espiral de sexo, violencia y toda clase de explosiones que los hará disfrutar de lo lindo, porque la película hace algo y después te sale con una ocurrencia diez veces peor (o mejor, qué sé yo).
Señor, qué película más sensacional y desmedida, y qué final, madre de Dios... Una auténtica gozada.
Salud.
Frankenhooker - 1990

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