La criatura nació sin nombre, sin tornillos en el cuello, sin la frente cosida con grapas. Puzle de cadáveres, era repugnante porque parecía demasiado humana. Antes de que la nombrásemos con el apellido de su creador, encontró en Víctor Frankenstein un espejo de terror. Pero Mary Shelley se negó a llamarla monstruo, a que tuviera que matar para comer. El gigante nació sin maldad, con la inteligencia que el cine le robó después. Buscó el cariño de los hombres antes de enfrentarse a ellos, leyó a Plutarco, a Milton a Goethe. La criatura nació una noche de junio de 1816, el año sin verano, entre fríos aguaceros y crepúsculos de Turner causados por el velo de ceniza que el volcán Tambora extendió sobre el mundo. “¡Escribamos cada uno una historia de terror! dijo lord Byron”, contaría Mary Shelley en 1831. Y en tres noches en Villa Diodati los aficionados, Mary y Polidori, vencieron a los poetas consagrados. Mary solo tenía 18 años cuando creó el mito. Su novela celebra hoy su bicentenario.
‘Frankenstein’. Mary Shelley. Edición ilustrada por Elena Odriozola (autora del abrazo entre Mary y su criatura). Nórdica. Madrid, 2015. 264 páginas, 24,95 euros.
‘Frankenstein. El mito de la vida artificial’. Tomás Fernández Valentí y Antonio José Navarro. Nuer. Madrid, 2000. Descatalogado.
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